OPINIÓN
Por Luis José de Ávila
PeriodistaTengo un amigo, Carlos, que es un excelente profesional de la hostelería, que cada vez que pierde el Sporting se pone enfermo. Pues ya pueden imaginarse que temporada lleva. De momento, penúltimos. Aunque sea un acérrimo oviedista de los de antes -a estos de ahora ni agua- nunca me alegro de la crisis de los vecinos, de ahí que lamentaría profundamente que el Sporting bajase de nuevo a segunda división pero, la verdad, esto pinta mal. Son nueve puntos por debajo de lo que a estas alturas tenía la temporada pasada en las que llegó a estar en el último partido media hora en segunda. Para Asturias es importante tener un equipo de fútbol en la liga BBV. Sonamos más en los medios y damos sensación de poderío deportivo. Lo importante es que Gijón cuenta por fin con un estadio remodelado y un equipo sociedad anónima que ha puesto, o está a punto de hacerlo, sus cuentas al día. Su propietario José Fernández supo en su momento no salirse del dos más dos, o sea, cuatro. Esto es, de administrar el euro y no caer en fichajes absurdos y gastos superfluos. Pero, debo decirlo, su mayor acierto en mi opinión es el haber fichado a Manuel Vega Arango como presidente del club, rodeándose además de un equipo de técnicos, incluido el brujo Enrique Castro Quini que es todo un talismán de la suerte. Debo reconocer que el ayuntamiento dirigido por Paz Fernández Felgueroso apostó fuerte por el futuro del equipo como lo hizo recientemente el ayuntamiento de Oviedo con el histórico club de la capital, invirtiendo más de tres millones de euros en el mismo lo que le ha convertido en el segundo accionista del club.
Pero el Real Oviedo no tuvo la suerte del Sporting y cayó en manos de malos gestores comenzando por su accionista mayoritario Alberto González que a base de insistir está logrando llevar al club a su desaparición, quizás la mejor solución para empezar de cero con otro de colores azules y nombre invicto y heroico como la capital de Asturias. Con una estructura absurda para un equipo que está en los lugares bajos de la clasificación en Segunda B, estructura más propia de un equipo de primera división, el Real Oviedo cuyo único patrimonio es su gran afición, a la que el consejo de administración que preside un nefasto Cuqui Bances -no tuvo bastante con hundir el Balomano Naranco- da la espalda, se está ahogando deportiva y económicamente y ni ese extraño y desconocido ejecutivo, Pablo Bastida, que han traído de Barcelona, y que buenos euros le cuesta al mes al club, es capaz de enderezar el barco azul. En lo deportivo -todo en manos de otro nefasto, el asesor deportivo Mata- el Real Oviedo lleva varias temporadas dando la baja al final de las mismas a una media de quince jugadores para fichar a otros tantos, deshechos de tienta, de comunidades lejanas de Asturias y rebotados de un montón de equipos. Pîenso que esta situación al borde de la catástrofe final comenzó cuando no se quiso renovar a Cervero, todo un icono del club ovetense. Este verano les dio por fichar jugadores de quinta procedentes de Andalucía. Ahora, el director deportivo/entrenador José Manuel Martínez, del que me da la sensación que no tiene ni pajolera idea, está empezando a hacer buenos a aquel Lobo Carrasco -más cordero imposible- o al paciente Pichi Lucas. Dentro de unos días, creo que el 29, habrá junta general de accionistas a a que el presidente Cuqui Bances amenaza con no acudir -¡el colmo!- para aprobar las cuentas de un ejercicio en el que se ha perdido un millón de euros por hacer un año más el ridículo. ¡Si Ricardo Vázquez-Prada levantara la cabeza!
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