Obituarios

29 de octubre de 2010

OPINIÓN
Por Luis Mugueta
Periodista

En muerte neutra. Jorge Manrique pasó esta semana su legendaria mano por los tentáculos del pulpo Paul. Sólo un animal podía prever los triunfos de la selección española. Los expertos en faunas marinas aseguran, y yo les creo, que no es el mismo Paul quien acertó lo de la Eurocopa que quien acertó lo del Mundial. No es inapelable el argumento: un pulpo vive poco, sí , de hecho los titulares dicen que murió a avanzada edad, tres años. Es decir, si en realidad es él, pudo vaticinar ambos triunfos y, además, tuvo la suerte de hacerlo. Pero es probable que el del Mundial fuese un pariente del de la Eurocopa. Ser pulpo tiene lo suyo, pero si además es alemán tiene más de lo nuestro.
Como Preston, Brenan, Michael Douglas, Paltrow o Di Stefano, Paul ha hecho historia en España. Fue el último hispanista, tal vez el más conocido. Fue adorado y también culpabilizado, como Anthony Blake el año del enano de la lotería, pero ocupará un sitio importante en la historia a corto plazo de nuestro país. Probablemente dentro de veinte años nadie se acordará de él, como le pasa a Alejandro Sanz según Alaska y Nacho Canut, es decir lo que queda de los Pegamoides. Sanz, a quien le sobran méritos para habitar en la memoria un kilómetro más que Olvido Gara, respondía el otro día a la raphaelista mejicana en el twitter que no entiende el por qué de la incomprensión. Alaska había dicho, fuera de contexto en su propia versión, que dentro de veinte años la gente se acordaría de Zapatero, pero no de Alejandro Sanz. Pobre Paul.
En vida y en negativo. En twitter, también, la ha montado cojonuda --que diría él mismo-- Arturo Pérez-Reverte, que de triste no tiene nada. Mis padres cambiaron de revista por los tacos del Reverte en sus artículos. El caso es que a cuenta del llanto de Moratinos para despedirse del Gobierno dijo, como mínimo, que “era un perfecto mierda” y que de casa si se es ministro “hay que venir llorado”. Una versión global del exabrupto Quirós . La versión de Alatriste desde su faro marinero de marfil. Hombre singular, periodista de los que se dice, o decía, de raza ha logrado concitar el desconcierto de más de tres mil almas. Y lo ha hecho compitiendo con el alcalde de Valladolid, que tiene su veteranía en ser ciertamente un perfecto imbécil, y que no es moco de pavo. Digo el competir, no el alcalde. A Pérez-Reverte hace años ya que se le fue la olla a la Edad Media, que no la mediocre, pero por lo menos se le fue a algún sitio. Y sí, puede desde ese faro marfileño hacer, como el mismo diría, y que me perdonen mis padres, hacer lo que le salga de los mismísimos huevos. Pero no debería, y mucho menos rematando y explicando que tenía un venado esperando, no sé si en la jungla o en la cocina, pero entre los miles de reproches, sus ganas de responder y el animal, dejó bien claras sus preferencias: “el puto venado”. La esencia del inventor de Alatriste, del guerrillero con micrófono, no está a la altura de su talento. Debería, listo cómo es, saber que el ejército contrario, las redes sociales, acabarían con su personaje antes de terminarse el venado. Vender, vende solo, precisamente ahora está vendiendo, pero estos rollos suelen pasar factura.
Vende también libro estos días, y también en vida y en negativo, el ínclito Sánchez Dragó, simulando la imbecilidad del alcalde mencionado. El fuera de contexto, que diría Alaska, es en este episodio más peliagudo, más dañino. El hombre del millón de polvos, del orgasmo cuando el torero entra a matar se desdice de que escribió, al parecer, que se montó una triada con japonesas de trece años. Cuando dice que no, le creo, por supuesto. ¿Entonces, de dónde sale el bulo? Está, lo saben por lo menos las tres mil personas que hablaron con el del venado, más lejos su olla que de la Edad Media.
Un muerto, Paul, dos vivos, estos últimos. Con el alcalde, tres. Ora pro nobis.

0 comentarios:

Observatorio Digital