OPINION
Por Luis Mugueta
PeriodistaQue todo en esta vida, hasta la vida misma, tiene un antes y un después es una buena perogrullada para armar teorías terrenales. Ahora estamos después del verano pero no tan cerca del invierno desde que las vacaciones en determinados sectores suelen cubrirse en septiembre. Decimos los aficionados al carpe diem que la única certeza temporal está en el calendario: mañana es domingo, y las escasas predicciones que puedan hacerse quedan enmarcadas en el corto plazo (con salvedades tan evidentes como el pronóstico del tiempo).
Un curioso y leve antes y después, uno de los rápidos. Esta semana tuve por primera vez una breve conversación con un apostante de fútbol auténtico, es decir de los que se pasan las tardes de los sábados y de los domingos rodeado de la televisión, el pinganillo de la radio y el teclado del ordenador. Comenta que no basa sus apuestas en realidades sentimentales. Tal vez, me dice, la Liga española le influye por tener un conocimiento un poco más exhaustivo de ella. Pero las apuestas de verdad, las emocionantes, las de la adrenalina, son las de las competiciones extranjeras, sobre todo las que hace en la Premier League. Las apuestas están abiertas a todo tipo de circunstancias: el ganador del partido, el resultado, el autor de un gol, el autor de un gol en determinado minuto, el autor de un gol en determinado minuto pero de penalti, y así casi hasta el infinito. Supongo que se apostará a posibles expulsiones, lesiones, goles anulados… Este hombre, en muy pocos años ha logrado un saldo de diez u once mil euros a su favor. No es para retirarse, pero no es una mala cifra si te divierte el juego, y mucho más si te gusta el fútbol. Hay quien dice que el dinero está en el aire y que es para quien tenga la habilidad de cogerlo, ironía implacable del tiburonismo que nos atenaza desde que comenzó la crisis que de tanta querencia se ha metido en nuestras camas.
Este, el de los tiburones, es un antes y un después obligado y evidente. El haber viajado desde la bonanza económica, el dinero fácil, el subsidio habitual, la subvención generosa hacia el acojone del precio del pan, el seísmo en las pensiones, a contar con los dedos, a aprender a leer las nóminas, sólo tiene tres ventajas: el renacimiento de los inventores, la supervivencia de la validez y la calidad y, por supuesto, el descubrimiento definitivo de los impostores y los baldragas, los especuladores y los mediocres. Bagaje que, por cierto, poco consuela. Quien tuvo retiene todo lo que puede, y quien nunca tuvo sólo posee el aliciente de volver a empezar y, ojo, aquí entran factores tan diversos como la edad, el sexo, la habilidad, el carnet de conducir o el conocimiento de varios idiomas. Casi nada para varias generaciones instaladas en la felicidad de la rutina.
Existe también un antes y después vulgar y cooperativo, de tertulia gruesa. Solbes, por ejemplo. Como se lo olió no cejó en la negligencia hasta que tuvo la que denominan dignidad de irse a casa. Lo hemos perdido de vista, pero no extrañaría mucho verle asomar la cabeza por algún que otro consejo de administración. No digo que no tenga cabeza para ello, pero que le pregunten a Corbacho por el asunto. Vaya marrón. Todas estas cuestiones llevan a reflexionar, o a autoflagelarse, según se mire, acerca de la posibilidad de que Francisco Álvarez Cascos retorne a la política y precisamente como candidato del territorio que habitamos. Cascos tiene varios antes y después en su vida, tanto en su quehacer político como en el no político. Este sería un despuesón dado el antes y, sobre todo, los años sabático-políticos que se ha tomado por el camino. Un hombre que ya tuvo lo que se denomina en términos horteras su punto de inflexión ha logrado revolucionar en cuestión de meses la batea del PP hasta límites aún no conocidos, dado su medio silencio.
Lo curioso es que cuanto más calla, más hablan sus contrincantes, algo que dice bastante de unos y de otros en termómetro de estrategia e incluso de cabeza. No son casquistas y anticasquistas la esencia de lo políticamente correcto, pero este asunto desgraciadamente hace ya tiempo que está superado por arriba y por abajo.
El antes y después de lo políticamente correcto, el punto de inflexión, que dicen los repipis, está y siempre estará en el Cumpleaños feliz que Marilyn dedicó a John F. Kennedy. Que el cielo me perdone: las antípodas de la refriega popular.
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