OPINION: La protección de los recursos pesqueros no consiste sólo en criminalizar al pescador de caña

21 de agosto de 2010

 Por NACHO

Al ciudadano medio, no digamos ya al pescador de caña –tan a menudo pescador de ‘nada’- no le es difícil suponer el debate interno de las administraciones públicas encargadas de la protección del medio marino, convertidas  en un moderno asno de Buridán que, en lugar de los tradicionales pesebre y abrevadero, se quedase paralizado entre  la escasez de los recursos y la presión del sector productivo pesquero.
Acaba de aprobar el Consejo de Ministros un anteproyecto de Ley, del que se informa en entrada anterior de ASTURIASMUNDIAL, cuya teoría parece muy resuelta y comprensiva de los problemas reales a que nos enfrentamos. Pero, en la realidad, los ejemplares inmaduros siguen llegando a las pescaderías, o en todo caso son sujeto de una mortandad estúpida y perniciosa a causa del incumplimiento en el tamaño de los ‘furacos’ de las redes. Se siguen utilizando artes prohibidas –¿acaso toleradas?– por su efecto destructor del fondo marino y su ataque frontal a la sostenibilidad pretendida. Cabe sospechar que no se respetan las paradas legalmente obligadas y, lo que es más grave, apenas si hay medios humanos y materiales para ejercer una viligancia capaz y permanente.  De la vigilancia costera en Asturias valdrá más no hablar.
La protección de nuestros recursos pesqueros no se resuelve de cara la galería. Echando a los pescadores de caña, en su mayoría personas que no tienen otra posibilidad de esparcimiento y que, además, son moralmente legítimas detendadoras del derecho a pescar en sus costas, que ya eran las de sus antepasados, de puertos, muelles, diques y malecones, no se resuelve nada. Haciendo que los persiga la Guardia Civil como a peligrosos delincuentes, no va a aumentar la biomasa de anchoa, sardina, bonito o xargu, por poner ejemplos. Y amenzándolos con multas millonarias si por casualidad un día ferrasen –¡Milagru!–  dos pexes de seis kilos, o sacasen un pulpu o un bugre en la caña –pasa tres veces en la vida, con mucha suerte–, tampoco se resuelve la merma del santiaguín.
Claro que no es lo mismo escorrer a los armadores japoneses o franceses que a un probe vecín de Xixón, coxu, roín, feu, viudu, tuertu, que cobra la pensión contributiva y que  se atreve a ir a echar la vara al Musel, de noche, igual sin licencia porque no tiene ni para pagarla cada cinco años. A esti gárraselu fácil. Ya sabes, valiente…

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