Cudillero de mis amores

23 de diciembre de 2010

Por
Luis José de Ávila
Periodista

Escribir sobre Cudillero no me cuesta, tanto es el aprecio y las vivencias que a lo largo de mi dilatada vida periodística he tenido con tan querida localidad marinero/pescadora.
Realmente mi contacto con uno de los pueblos más bellos del Cantábrico se inició cuando me designaron responsable de los corresponsales de La Voz de Asturias lo que me dio pié a tratar a Juan Luis Alvarez del Busto, actual presidente de la Asociación de Amigos de Cudillero. Muchos periódicos vendió La Voz gracias a las crónicas, costumbristas o de denuncia, de Juan Luis sobre Cudillero. Recuerdo precisamente, allá por la década de los 70, que el cronista oficial de Cudillero, el amigo Alvarez del Busto, descubrió la posibilidad de que se construyera una central nuclear en la Concha de Artedo lo que no solo provocó un fuerte rechazo del concejo sino de casi todos los estamentos sociales de Asturias. Al final ganó la razón
Cudillero de siempre ha combinado el mar con la agricultura y ganadería. A ello hemos de añadir, de unas décadas para acá, el turismo. Pixuetos y caizos son un vecindario único en el Principado, como contrapunto perfecto a los que viven en el interior de la región, los que se han forjado en la minería o siderurgia.
Gracias a la incansable labor de los Amigos de Cudillero este bonito pueblo siempre ha tenido excelente prensa y no solo en Asturias sino en el mundo mundial en que vivimos. Pero para mí, que me inicié en el ejercicio del periodismo allá por 1964, la seña de identidad partió de doña Elvira con sus magníficos versos que su hijo Totó recitó durante años desde lo alto de una barca varada en el puerto ante una gran multitud festiva con motivo de la celebración de la onomástica de San Pedro y que con el paso de los años compuso su nieto el citado Juan Luis.
Ahí tuve la oportunidad de conocer esta villa mágica y a sus gentes con raíces en pescadores fornidos, que de generación en generación lucharon en busca de pesca sobre las aguas del bravo Cantábrico, algunos de ellos para no regresar jamás a puerto.
Estoy viendo todavía al artista Casaus enamorarse más aún de Cudillero pintando un extraordinario mural cara al mar; o me veo vadeando la costa en el yate que tuvieron las Selgas, el Yoida, en compañía de Luis Tejuca, Amalio García y José Luis García Poyal, una excursión que siempre me quedará grabada en la carpeta de mis mejores recuerdos. Como la propia visita que hice al palacio de las Selgas, regido ahora por una fundación, algo verdaderamente impresionante no solo por su belleza sino por ser una demostración positiva del emporio que dos modestos hermanos de la villa marinera logaron levantar hace dos siglos bajo el auspicio del Marqués de Salamanca, uno de los más importantes impulsores de Madrid como capital de España.
Y es que nunca el rudo oficio del pescador o del marinero estuvo reñido con la cultura. Cudillero es un ejemplo de ello. Sus jornadas literarias, sus distinciones a destacados personajes con L´Amuravela de oro, sus coriquinos ensayados y dominadores del belle canto a través de canciones populares en las que siempre destacan las habaneras.
Sus gentes han luchado contra la crisis -¿Cómo no van a poder con la de ahora?-, contra la tempestad, contra la sequía del propio mar cuando la merluza del pinchu se negaba a ser capturada. Ese famoso caladero, sito enfrente del puerto de Cudillero, y que es conocido como “la mar de en medio”, refleja, aunque a veces se convierta en espejismo, la auténtica dispensa de las familias pescadoras de Cudillero.
Por tanto me satisface aportar estas modestas líneas al primer número de la revista “El Baluarte” que la Asociación de Amigos de Cudillero pone en marcha. Otra iniciativa cultural más de la que sus miembros deben sentirse orgullosos.

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