Delincuencia sensual

30 de noviembre de 2010



OPINÓN
Por Ignacio Sánchez Vicente
Periodista



Sí, ha leído usted bien el titular, querido lector. En las oscuras reboticas del poder se está fraguando una conspiración encaminada a instituir una nueva figura criminal: la del delincuente sensual. Un grupo poderoso, integrado por exfumadores de la última vitola, vegetarianos kármicos, andarines convulsivos, enemigos de Matusalén y de su pobre parra, ecologistas del arándano virgen, defensores de la santa infusión y amargados desdequenacieron.com están urdiendo un compló de consecuencias apocalípticas para la humanidad. Su estrategia es prohibir. Primero fue el tabaco. Luego será el vino y, a renglón seguido, todo lo que tenga grasa, las especias, los picantes, encurtidos, salazones, quesos y embutidos, además de mermeladas, confituras y pastelería. ¡Ah! y el pan. Todo el pan.
        
Tan reveladora información se la debo a un viejo amigo mío, investigador privado de profesión, que me llamó hace unos días de madrugada desde un teléfono público instalado en un polígono industrial deshabitado. El buen hombre había salido a comprar esa tarde a una centrica gran superficie, y empezó primero por el estanco, en el que se proveyó de una caja de cigarros habanos gruesos como porras madrileñas. Seguidamente adquirió un 'magnum' de morapio, un queso de bola, tres tarros de grossen' salchichas, seis chuletas de sajonia, medio kilo de foie de pato, dos vueltas de longaniza, una mortadela con aceitunas, cabeza de jabalí, salami, lomo y dos hogazas de pan. En medio de la compra, mi amigo empezó a sospechar que lo seguían unos hombres de negro muy delgados, con gafas oscuras ‘mu’ negras y que hablaban por unos móviles muy delgados. Mi amigo, muy asustado, me llamó de madrugada para decirme que iba a tratar de despistarlos cruzando a pie por el Naranco hasta Llanera. No he vuelto a saber de él. ¿Será verdád su historia? No sé, pero se me ponen los pelos tiesos sólo de pensarlo.

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