Intervención de Areces con motivo de la recepción de la Insignia de Oro de la Facultad de Comercio, Turismo y ciencias Sociales de Gijón
Es un inmenso honor recibir esta insignia de oro de la facultad. Son las primeras que se otorgan, por tanto, si acaso tienen una referencia muy positiva y para mí una emotividad especial porque he formado parte de la Escuela no sólo como representante institucional sino también como profesor durante años. Y formar parte de una institución que atesora más de un siglo formando profesionales y cuadros directivos, que ha contado y cuenta con un profesorado de alta calidad y que siempre ha sido un referente dentro de su ámbito docente e investigador, pero también en el periodo democrático y en épocas anteriores es una referencia de valores democráticos y compromisos ciertos para que en nuestro país existiese la libertad. La recibo como el mayor de los reconocimientos y, sobre todo, como una muestra de afecto, que es recíproca hacia toda la comunidad académica de esta Facultad.
Más de cien años de una institución como la Escuela de Comercio no pueden ser fruto de la casualidad ni de la improvisación. Son el resultado del compromiso con la formación superior de calidad, cercana a las necesidades que la sociedad tiene en cada momento, y que no está atenta exclusivamente a los aspectos técnicos de las disciplinas, sino que incorpora valores humanos y sociales, de renovación y futuro.
Me van a permitir una referencia a mis diez años de docencia en la Escuela. Efectivamente, Luis Valdés decía que en el año 81 adquirimos el reconocimiento de numerarios en función de la primera oposición que se articuló en Madrid porque hasta entonces no había sido posible acudir a aquella convocatoria de agregadurías, como se llamaba entonces. Pero yo en realidad me incorporé en la Escuela en enero de 1973 para sustituir a un profesor de Estadística, y en la que ya estuve hasta 1983, cuando paso a la Dirección Provincial del Ministerio de Educación como funcionario en servicios especiales, condición en la que sigo en diferentes responsabilidades.
Por lo tanto, diez años de forma continuada en la Escuela, en un periodo especialmente difícil en el que tuve que compatibilizar mi vocación docente con mis responsabilidades políticas en periodo democrático pero también durante el periodo anterior, que era bastante más complejo. Quiero referirme a ese aspecto de los valores humanos, de convicciones democráticas y de compromiso que encontré en la Escuela en 1973. La democracia en España llegó en 1977. No era un año fácil. Era director Tomás Peribáñez, había sido 20 años director de la escuela, una referencia, y sin haber tenido ninguna coincidencia ideológica, sí la tuve en ese profundo respeto, en esa valentía y dignidad con las que tuvo que afrontar las presiones ciertas para que no me contratase como profesor de la escuela. Y esta dignidad y valentía no sólo fue de él sino también de catedráticos, de compañeros que todavía no eran numerarios, y que hicieron un sólido cuerpo para evitar una injusticia para poder impartir docencia. Lo recuerdo siempre y lo diré en cualquier acto público que tenga para demostrar que entonces, las cosas no eran tan fáciles.
Yo acababa de regresar de Galicia con un juicio todavía pendiente en el Tribunal de Orden Público en Madrid y me encontré un clima abierto, un claustro luchador con ganas de hacer cosas para que el centro creciese y tuviese protagonismo también en la vida cultural y social de la ciudad. Porque esa es la tradición de la Escuela de Comercio, que siempre tuvo un gran prestigio. Formó directivos, profesionales... y se vinculó siempre a la ciudad con gran intensidad. Agradezco a él y a los que le acompañaron -desgraciadamente algunos ya no están con nosotros- aquel acto de dignidad para que se tratase de evitar una injusticia manifiesta por el régimen dictatorial que había en España.
A Tomás Peribáñez, le siguió en la dirección José Antonio Blanco Medina, un director de la transición que tuvo que afrontar las primeras huelgas de alumnos en la transición. Creo recordar que Peribáñez dejó la dirección en 1974 y Blanco Medina realizó esa continuidad. Todavía seguíamos en ese periodo complejo, donde se mezclaban los problemas políticos y sociales del país, con problemas realmente académicos, del reconocimiento de las enseñanzas y de cómo se incrustaban en aquel entorno. Y continuó Mariano Abad Fernández, que también completó algunas de las aspiraciones por las que seguíamos luchando y soñando. Porque en realidad, las enseñanzas impartidas en la Escuela de Comercio tenían una dura batalla por delante.
Recuerdo perfectamente cómo nos repartíamos el trabajo. Acudíamos a los Ministerios, nos coordinábamos con profesores de otras facultades para conseguir que en la articulación del futuro tuviésemos el papel que la escuela merecía. Junto a estos directores, hubo otros continuadores que incluso fueron pioneros en esa lucha por las libertades y por la dignificación de las enseñanzas. Jugaron también un papel importante, como es el caso de :
José Manuel Agüera Sirgo, César Alas García, Luis Valdés Peláez y Rosa Aza Conejo, el actual Decano de la Facultad de Comercio, Rafael Pérez Lorenzo y de otros muchos que no puedo mencionar ahora pero que quiero incluir en esta misma nómina. Fueron siempre personas comprometidas, trabajadoras y vinculadas a la responsabilidad académica y social. Y yo siempre he tratado de responder a ellas porque por convicción siempre he creído en el valor del conocimiento y de la ciencia que no está desvinculado de la política porque al final las dos -política y ciencia- son elementos de profunda transformación de la vida, de las personas, de las sociedades y de la gente.
En esos diez años, pasaron muchas cosas, en lo político, en lo social y lo académico. Desde el 73 al 83, que me incorporé a la Dirección Provincial de Educación, creo que he tratado de servir coherentemente con mis ideas, profesión y vocación lo que tratábamos de convertir en realidad aquel sueño que finalmente se logró en 2007.
Para mí es un inmenso honor haber participado de manera activa en el proceso de crecimiento y consolidación de la que desde este curso es ya Facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales “Jovellanos”. Facultad con cuatro grados adaptados al Espacio Europeo de Educación Superior y, lo que es aún más decisivo, integrada y consolidada en el Campus Universitario de Gijón. Primero, atendiendo a las responsabilidades que tuve en el Ministerio de Educación y Ciencia, en una etapa ilusionante. Les estoy hablando del año 83-. Y como referencia, en el año 82, entra el primer Gobierno socialista en la democracia. Felipe González es el Presidente y José María Maravall es Ministro de Educación. Yo me incorporo a la Dirección Provincial y al cabo de los dos años voy a Madrid a cargo de la Inspección Educativa en España y en el Exterior
y, efectivamente, en ese periodo la Inspección Central es un órgano staff del Ministro. En ese órgano, tuve el honor de participar en el diseño del primer plan estratégico de la Universidad de Oviedo que estaba negociando el Ministerio con la Universidad, con el entonces rector Emilio Marcos. Estoy hablando de un escenario del año 86 en el que se determina por un decreto que incorporaba los terrenos colindantes con la Universidad Laboral a la Universidad de Oviedo. Todo ello, hay que decirlo, sin demasiada base documental que tuvimos luego que reconstruir en el Ayuntamiento de Gijón- Pero se incorporaron. Y luego, en 1987, intervine como Alcalde en la elaboración del Plan Especial del Campus de Gijón, donde la Universidad con un arquitecto conocedor de lo que quería el Ayuntamiento y la Universidad -Ramón Fernández Rañada- entramos a elaborar un plan especial que era un sueño. El sueño era compartir varios objetivos, como configurar un verdadero campus de Gijón. No existía entonces. Eran piezas sueltas de Enseñanza Superior que se habían ubicado en unos prados, en la zona de Viesques. El campus exigía coherencia y configuración que incluía -y hay que subrayarlo porque forma parte de la historia y de la escuela actual- que las enseñanzas universitarias existentes en la ciudad se llevasen al campus. Entre ellas, Peritos industriales y Empresariales.
Y aprovechamos la gran oportunidad de transformación de la ciudad para diseñar una zona que era una auténtica innovación. Era dibujar en un Plan Especial -acotado por una ronda en la zona sur y en el norte por otra circunvalación próxima a la fachada norte de La Laboral- todo un espacio cultural en el que se situaban las piezas que hoy existen. La Universidad Laboral convertida en un espacio de conocimiento y de cultura.
Y el Parque Tecnológico, que era una mancha en un papel cuando había simplemente unas zonas por urbanizar. O el Jardín Botánico. No existía ni en idea. Había solo manchas en espacios protegidos. Y la potenciación del Hospital de Cabueñes como un elemento de servicio público fundamental
El posterior convenio con la Tesorería de la Seguridad Social nos permitió utilizar terrenos para desarrollar los proyectos actualmente existentes. Sinceramente, los doce años en la Alcaldía, fueron decisivos junto con lo que después sucedió al frente del Principado de Asturias con una leal colaboración con la Universidad, con sus Rectores, y con el Ayuntamiento presidido por Paz Fernández Felgueroso. Es lo que ha permitido conseguir una profunda transformación de Gijón pero, particularmente, la configuración de una de las zonas, créanme, más bellas, mejor ordenadas y de mayor prestigioso de lo que puede ser un espacio universitario en cualquier región europea. Difícilmente encontrarán cientos de miles de metros cuadrados de dotación pública, ordenados al servicio de los ciudadanos y con una proyección de futuro extraordinaria.
Y en esa planificación, cumplimos por fin aquel sueño que desde la escuela alimentábamos al decir: Tenemos que ir hacia Viesques. Y fue Viesques y la Laboral, que recogió como primera instalación universitaria la Escuela de Empresariales, que hoy se llama Facultad. Por tanto, conservamos el legado de la tradición pero sobre todo hemos activado el futuro, hemos hecho un proyecto que tiene todavía un desarrollo impresionante. La escuela, hoy llamada facultad, no es sólo la escuela, es una pieza ordenada, la ordenación de un espacio de conocimiento que se pensó y se planificó como pocas cosas en nuestro país.
Por eso, me siento especialmente orgulloso de haber sido útil, de haber podido utilizar los instrumentos que nos dio una oportunidad. Lo que se diseñó en Madrid , como plan estratégico de la Universidad en 1986, yo tuve la oportunidad de configurarlo en el 87 desde la Alcaldía y posteriormente desde el Gobierno del Principado ayudar en esa cooperación institucional tan fuerte, tan estrecha y tan leal que hemos venido manteniendo desde hace tantos años.
Pocos días tan ilusionantes como aquel 5 de agosto de 2005 en que colocamos la primera piedra de las obras de adecuación de las instalaciones de la Escuela en este edificio de Laboral Ciudad de la Cultura y aquel 24 de enero de 2007, cuando inauguramos oficialmente la nueva sede, dotando al centro de unas instalaciones al nivel de las exigencias de la adaptación de las enseñanzas al Espacio Europeo de Educación Superior y, no se olvide, a las tareas de investigación que debe desarrollar y alentar en colaboración con el tejido empresarial y económico de Asturias.
Porque realmente, la Facultad hoy sirve con sus enseñanzas y con la investigación al reto de la globalización. En su denominación, en cualquiera de sus acepciones, la Universidad y la Facultad tienen que estar al servicio de una sociedad que trabaja en un mundo globalizado, donde tenemos la enorme oportunidad de que el comercio tiene una nueva concepción, que la intervención exterior de nuestras empresas hay que incentivarlas, que las actividades relacionadas con el turismo tienen que seguir actuando en un mercado complejo pero donde Asturias está también muy bien posicionada y donde tenemos también otras enseñanzas de gestión, Administración Pública, Trabajo Social, que deben configurar un modelo social referente de nuestra comunidad. Son hoy de extraordinaria utilidad y recogen el legado más que centenario de nuestra Escuela.
Por tanto, hoy, en la Escuela reivindicamos su historia, pero reafirmamos sobre todo ese compromiso que trasciende al ámbito docente, con servicios a la comunidad que amplían las posibilidades de investigación en sus áreas de conocimiento y que lo habéis demostrado. Se ha citado ya aquí en las intervenciones como poco a poco se fue avanzando en aquellos sueños, en aquellos deseos, no sólo en las instalaciones físicas sino también en contenidos. Surgieron nuevas titulaciones, ninguna fue fácil. Todas ellas fueron producto de complejas negociaciones y actividad compartida y también algunas ofertas genuinas en la Universidad como son el Sistema de Información Turística de Asturias (SITA), que sigue siendo hoy un referente y que tenemos que integrarlo en la concepción del Instituto de Estadística Asturiana; los seminarios de Gestión Pública o Local, el Máster de Transporte...
Ahora ya, como Facultad integrada en el Campus Universitario de Gijón, en unas magníficas instalaciones, y con una oferta de titulaciones que aseguran la continuidad en Gijón de estudios estrechamente relacionados con las áreas comerciales y de gestión de la empresa, se han alcanzado las más viejas aspiraciones de los directores y profesores que hemos pasado por el centro en los últimos cuarenta años; por lo tanto, hay que continuar labrando el prestigio del centro y sus titulaciones en un nuevo contexto, que tiene también sus dificultades y nuevas exigencias en cuanto a asegurar la calidad de la docencia y la investigación con unos recursos ajustados, facilitar la movilidad de los universitarios y fortalecer la relación con la empresa y sus expectativas cambiantes en nuestro mundo globalizado.
Por lo que a mí respecta, la entrega de estas medallas y distinciones considero que son el reconocimiento de una historia compartida y colectiva, no exenta de dificultades, de sacrificios y en algunos casos de situaciones muy duras que hubo que atravesar. Es la justa correspondencia a todos los que hoy no pueden disfrutarlo.
Ni Gijón ni Asturias pueden prescindir de disciplinas universitarias estrechamente ligadas a la vida de las empresas, la buena gestión de las administraciones públicas, la atención a las personas con dificultades de integración y participación social, ni, por supuesto, una actividad como el turismo. Todas ellas atienden a aspectos fundamentales para el desarrollo de una sociedad moderna y cohesionada. Estoy convencido de que se seguirán conquistando nuevas metas académicas con la cercanía de la ciudad y el apoyo de toda la sociedad asturiana.
La Universidad ya no tiene hoy que competir unos con otros con los campus y las ciudades porque afortunadamente ha mejorado tanto la comunicación interior de Asturias, que se reducen los tiempos de desplazamientos y cualquier ciudadano de Asturias puede escoger entre la oferta que los distintos campus hacen complementariamente, especializándose en áreas o funciones, vinculándose con empresas y con la transferencia tecnológica, conocimiento, cultura... En definitiva, no debemos competir entre campus y ciudades porque todo es Asturias y Asturias se sirve de ello. Nuestra comunidad autónoma tiene que aspirar a una Universidad que atraiga talentos pero que atraiga también alumnos que sean capaces de encontrar aquí su punto de referencia para vivir en un mundo globalizado. Este es el legado que vamos a transmitir hacia el futuro conquistando nuevas metas. Nuestra Facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales de Jovellanos continuará haciendo honor a su tradición y compromiso universitario con unos destacados profesionales que sin duda aseguran un futuro plagado de éxitos. Y a los que habéis hecho este reconocimiento, esa unanimidad, muchas gracias en lo que me corresponde. Este premio es un mérito compartido. Muchas gracias,



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