OPINION
Por Nicolás Fernández
Escritor
Aquellos que me conocen bien, saben que sólo desfilo al son de mis propios tambores. Que mi más preciado patrimonio personal es mi independencia. Y que jamás he escrito al dictado, ni escenificado libretos ajenos. A estas alturas de mi vida soy un modesto profesor jubilado, tras casi cuarenta y tres años de feliz dedicación vocacional a la docencia. Siempre he carecido de ambiciones políticas, aunque las considero absolutamente legítimas, y tengo buenos amigos en los distintos y distantes perfiles políticos del mapa nacional. Además me sigue trayendo al pairo que los esclarecidos de turno me coloquen una o mil etiquetas con o sin denominación de origen.
Dicho lo dicho, me tiro al ruedo.Don José María Barreda Fontes, en un acto de honestidad, coherencia, lealtad, compromiso y valentía, ha alborotado el gallinero socialista español con una serie de reflexiones analíticas y críticas plenas de sentido común. Si los gallos y gallinas del corral del puño y la rosa -por cierto, de vuelo corto- fuesen sensatos, prácticos y racionales, lejos de demonizar a Barreda, tendrían que estarle agradecidos. Pero para desgracia de los ciudadanos, los primus inter pares del P.S.O.E., una vez más pedalean a piñón fijo, como en las bicicletas antiguas. Tiran de rancio argumentario y entonan a coro el “Prietas la Filas”, aquella canción que los niños de los años cincuenta del pasado siglo, cantábamos en los colegios. Inasequibles al desaliento, escenifican toda suerte de ceremonias de desagravio al señor Rodríguez Zapatero, con monsergas caducas a las que nadie, con la cabeza encima de los hombros, les concede el menor crédito.
Y mientras el botafumeiro purificador de heterodoxias, se balancea sobre las cabezas de los esforzados pretorianos de Ferraz, los profesionales del vasallaje se dan codazos para salir en la foto. Matar al mensajero y hacer oídos sordos cuando el mensaje rasca. Estas sorderas corporativas y corales, hacen que los partidos políticos se alejen de la dura realidad en progresión geométrica. Que los administrados los consideremos como un problema social por su anacronismo y su mediocridad. Que su credibilidad esté en irreversible caída libre.
A los mandas socialistas de todos los hierros nacionales, el panorama debería de ponerles los pelos como escarpias. Pero lejos de coger el rábano por las hojas, como ha hecho Barreda, han acudido solícitos y genuflexos al redil del líder carismático de Moncloa.
Líder carismático que, por cierto, con sus ocurrencias volátiles, erráticas y tornadizas, ha creado infinitamente más problemas de los que ha resuelto.
En su tercera acepción, el diccionario de la R.A.E., define el vocablo decencia como “dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o la calidad de las personas”. Barreda, rectificación incluida, se ha conducido de un modo decente. A sabiendas de que le iba a caer piedra, porque ni habla a boca de ganso, ni se ha caído de un guindo. Y eso le honra.
0 comentarios:
Publicar un comentario