Los Príncipes de Asturias presiden la presentación de la Ortografía de la lengua española

17 de diciembre de 2010

En una sesión conjunta del pleno de la Real Academia Española (RAE) y de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), presidida por los Príncipes de Asturias, se presentó la nueva edición de la Ortografía de la lengua española, la última obra fruto de la política panhispánica que llevan a cabo las veintidós Academias de España, América y Filipinas.

Abrió la sesión el Director de la RAE y presidente de la Española ASALE, don Víctor García de la Concha, quien, al final de su intervención, hizo entrega a los Príncipes de un ejemplar de la Ortografía.

En nombre de la Academia Chilena de la Lengua habló su director, don Alfredo Matus, y como representante de la Academia Mexicana de la Lengua lo hizo el director de esta corporación, don José Moreno de Alba.

También participó, con un saludo grabado en vídeo, don Mario Vargas Llosa, académico y Premio Nobel de Literatura en 2010.

Por su parte, el académico coordinador de la obra, don Salvador Gutiérrez Ordóñez, explicó los aspectos esenciales de esta nueva edición de la Ortografía.

Finalmente, el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, clausuró la solemne sesión académica.

Palabras de Don Felipe

Ante todo, la Princesa y yo agradecemos a la Real Academia que nos acoja, una vez más en Sesión plenaria, junto a la Asociación de Academias de la Lengua Española. Es siempre un placer visitar esta casa y un honor inmenso presidir una sesión tan extraordinaria. Gracias Director, Sras. y Sres. Académicos, por vuestra amable invitación
 
Recuerdo bien aquel día de la primavera de 1999 en que, en la sala de plenos de esta Casa, que atesora la reflexión y el estudio de generaciones de académicos, tuve el honor de presidir la sesión en que se aprobaba una edición de la Ortografía; preparada, como era tradición, por la Real Academia Española, pero a la que, por primera vez, prestaban su asentimiento expreso las Academias de América y Filipinas.
 
Era el preludio de una política lingüística que en los últimos años nos ha ofrecido obras capitales como el Diccionario panhispánico de dudas, que se ha convertido en código de referencia general para todos; las grandes ediciones conmemorativas publicadas con motivo de efemérides, como el Centenario de la Primera parte del Quijote, o en los Congresos Internacionales de la Lengua Española; la Nueva Gramática de la lengua española, esa obra monumental, que constituye la descripción más cumplida de la realización del español en todo el mundo; y, en fin, el reciente Diccionario de americanismos.
 
Hoy se presenta una nueva edición de la Ortografía, mucho más ambiciosa, que ha ocupado ocho años de trabajo. La Princesa y yo queremos expresar nuestro cariñoso saludo a todos los señores académicos, cuya presencia refleja por sí sola la imagen cabal de unidad familiar panhispánica, y manifestar nuestra satisfacción por acompañarlos en un Acto tan importante para la Lengua Española.
 
Sin duda alguna, la Ortografía es el espacio lingüístico en que se realiza de manera más clara la preciosa unidad del español. En los albores del Renacimiento español cifraba Nebrija su principio básico en la afirmación de que «así tenemos de escribir como pronunciamos i pronunciar como escrivimos», y para eso sirven las letras: para representar la voz y su pronunciación.
 
Siendo, como son, las pronunciaciones de una misma palabra castellana muy diversas según las regiones, la norma ortográfica no refleja esas variaciones –lo que produciría un auténtico babel¬- sino que traduce «una realidad habitual de gentes cultas, cuya pronunciación sería aceptada como buena en cualquier lugar del mundo hispánico». Ese ideal culto medio constituye la base del sistema ortográfico universal del español. Desde el comienzo, y según se ha señalado, quiso la Real Academia conjugar el principio fonético básico con la atención al origen de cada palabra y a lo que el uso ha establecido.
La configuración de tal sistema ha supuesto una labor de siglos. El camino de adaptación de las grafías desde el latín vulgar al castellano moderno fue difícil.
 
El maestro Menéndez Pidal destacó la personalidad lingüística del castellano en el acierto que presidió su preferencia decidida por unas formas gráficas en tanto que otros dialectos vacilaban sin decidirse por una variante que eliminara las otras. Generación tras generación, en un lento proceso, fue fijándose de ese modo un conjunto de prácticas y normas que constituyen hoy el precioso artificio que llamamos Ortografía. La aprendemos de niños sin percatarnos entonces de que gracias a ella podemos articular mejor nuestro pensamiento para comunicarlo a los demás, al tiempo que los demás nos transmiten el suyo. Ahí, en la página escrita con corrección ortográfica, se crea un espacio para el diálogo seguro.
 
Si no se transmite correctamente el discurso, no puede haber comprensión válida. Por eso decía Mateo Alemán en su Ortografía, publicada en México en 1609, que dado que la Ortografía «es un arte de bien escrevir, i el escrevir es copia del bien hablar, en razón está puesto que se debe sacar todo traslado [de lo que decimos a lo que escribimos] con toda fidelidad; que aquel retrato será mejor que se pareciere más a su dueño».
Según eso, la corrección ortográfica de cada uno de nosotros vendría a ser el más fiel reflejo de nuestra propia identidad cultural. Y lo mismo cabe decir en el plano colectivo. La Ortografía da forma a nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos, los de la comunidad de hispanohablantes. Si la descuidáramos, la dejaríamos empobrecerse. La corrección idiomática es en este sentido un deber. Pero importa señalar que es, a la vez, un derecho al que deben tener acceso los ciudadanos libres. Así lo entendieron los antiguos cuando hablaban de «artes liberales» para designar, entre otras, el estudio de la Gramática, que la sociedad renacentista consideraba el principio y base de todos los saberes.
 
Una concepción equivocada de la Gramática o de la Ortografía puede ver en ellas una carga que limita la libertad del individuo; algo que se nos impone ya elaborado y que no podemos modificar. Lejos de eso, la Gramática y la Ortografía confirman nuestra morada vital. Vivimos en palabras y nos instalamos en el mundo con una herencia en la que cada generación va sedimentando una manera de comprender el mundo, y legando a las generaciones siguientes su herencia cultural.
«La verdad es hija del tiempo», recordó Nebrija hablando precisamente de ortografía.
Para ser eficaz y servir de instrumento de comunicación entre los hombres, el sistema lingüístico debe ser básicamente estable. Pero esto no excluye de manera absoluta la lenta evolución que promueven los hablantes con el uso. 
 
La tarea de las Academias consiste precisamente en estudiar esa evolución y en procurar que el uso que los hablantes hacen de la lengua no se desvíe del camino de la unidad en la que se funda la garantía de la comunicación.
Hoy, después de ocho años de trabajo mancomunado, la Real Academia Española y la Asociación de Academias nos ofrecen esta soberbia edición, que, como se ha subrayado, es la primera redactada por todas ellas para todo el mundo hispanohablante. La primera también que explica de manera razonada y científica el sistema ortográfico del español; los principios generales de que se derivan las normas; su evolución histórica y su porqué. Esta Ortografía se convierte así en el retrato detallado, minucioso, de la correcta escritura y en una guía indispensable de aprendizaje, amena y segura.
 
Con nosotros están aquí, junto a académicos, escritores, profesores y amigos de la Academia, alumnos de varios colegios, en algunos de los cuales estudiamos la Princesa y yo la Ortografía. En ellos y en sus compañeros, chicas y chicos de todos los países hispanohablantes han pensado, sin duda, la Real Academia Española y la Asociación de Academias al construir esta nueva y razonada edición de la Ortografía, esperando que en ella y en las adaptaciones manuales que de ella se derivarán, la estudien y practiquen con provecho, asegurando así el retrato fiel de la expresión hispánica.
 
Hoy es, sin duda, como señalaba al principio, un día importante para cuantos hablamos y escribimos en español. Y es el momento de agradecer a la RAE y a las Academias todas de la Asociación, aquí representadas por sus Directores o Delegados, así como al competente equipo redactor del Departamento de Español al día y a los colaboradores de las Academias americanas y filipina el trabajo sabio y esforzado que ha dado como fruto esta gran obra panhispánica. Gracias a su guía resonará alta y clara en la escritura la voz del español de todo el mundo.
 
Reconocimiento a Víctor de la Concha
Al terminar ahora mis palabras, no puedo –ni quiero- levantar esta sesión sin dedicar otras muy sentidas, de enorme reconocimiento y gratitud, a Don Víctor García de la Concha, quién ahora se acerca a completar doce años de labor intensa y extraordinaria al frente de la Real Academia Española. Años dedicados, con tanto acierto como pasión, a servir a la grandeza del Español.
 
La Princesa y yo queremos testimoniarle esos sentimientos, junto a nuestro profundo afecto y amistad, precisamente en el día en que se presenta una obra nueva y grande, producto del saber y del esfuerzo de la Asociación de Academias de la Lengua Española; a la cual aporta Don Víctor desde hace mucho tiempo el mayor entusiasmo y su fina diplomacia, sumando talentos y voluntades con maestría, en torno a la unidad viva y diversa de nuestra Lengua.
 
También queremos aprovechar este solemne Acto para expresar a Don José Manuel Blecua nuestra felicitación más cordial y nuestros deseos de grandes éxitos tras su elección ayer como nuevo Director de la Real Academia Española. Bien sabe que podrá contar siempre con nuestro aliento y nuestro apoyo en su nueva e importante responsabilidad.

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