Luto en una querida familia hostelera

10 de noviembre de 2010

OBITUARIO
Por Ignacio Sánchez Vicente
Perodista

La muerte es siempre una circunstancia dura, dificil de tragar, más cuando es inesperada, ilógica, impresivible y viene rodeada de aristas cortantes como filo de cristal, ásperas como piedra de pulir, en este caso de pulir definitivamente las ilusiones de una vida joven, sus valores, sus capacidades. Y de truncar la existencia vital de una familia querida, como vecinos, como hosteleros, como amigos.


La noticia de la muerte de Serafín García Villanueva llenó de pena a su familia y de estupor a muchos ovetenses y asturianos. El Ovetense es desde que uno recuerda punto de encuentro familiar, amigo, no sólo para los ovetenses y los asturianos, también para muchos que, como mi buen amigo Luciano García Cascudo me recuerda desde Miami, al tiempo que envía un fuerte y solidario abrazo a Serafín padre y familia toda, al llegar por unos días a su tierra natal desde lejanos países tienen allí su alojamiento, en el que se sienten, de verdad, como en casa.
Serafín --hasta siempre, amigo-- había heredado en su genética vital no sólo la inquietud intlectual que comparten sus hermanas por tantos aspectos interesantes de la vida y el mundo que nos rodea, sino también esa calidez cercana de las personas sencillas, honestas, dotadas al mismo tiempo de una inteligencia y un conocimiento innato del ser humano que hacen el trato tan fácil, tan entrañable.
No hace falta que insista en que la familia del Ovetense es una familia socialmente querida. La sociedad lo expresó claramente ayer en San Tirso. Pero sí quizá en que, aunque nada puede consolar a la familia, seguramente, en estos días difíciles, al menos la vida, prontamente truncada, de su hijo y hermano Serafín no ha sido estéril, anodina, sino dignamente vivida, como bien recuerda hoy mi querido Carlos Cuesta en un artículo que publica La Nueva España, hal hablar de "los momentos vividos en su restaurante sidrería, con él de estrella preesente (...) quedan en el recuerdo perenne."
En fin, este no es de esos escritos destinados a que se luzca su autor, sino que responde al deseo de dejar patente, negro sobre blanco, un sentimiento: de pena por la pérdida de Sarafín y de renovada expresión de cariño, de afecto, a esa querida familia hostelera. Ánimo, y un fuerte y solidario abrazo.  

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