Un equipo con participación de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha alertado de la “seria amenaza” para humanos y fauna salvaje que supone el empleo de municiones de plomo para la caza. En un artículo publicado en la revista Enviromental Science and Technology, los científicos advierten de que, aunque diversos países han prohibido el uso del plomo en pinturas o combustibles, este metal sigue poniendo en peligro a especies salvajes, algunas ya seriamente amenazadas, que ingieren perdigones utilizados por los cazadores. La contaminación puede afectar también, a través del consumo de carne de caza, a la salud humana.
Basándose en estudios previos y en observaciones de especies amenazadas, el equipo formado por José Antonio Donázar y Fernando Hiraldo, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC), y por Sergio Lambertucci, de la Universidad Nacional del Comahue en Bariloche (Argentina), destaca que esta fuente de contaminación se expande a regiones geográficamente muy alejadas, ya que la carne de caza tiene una alta demanda en los mercados de exportación. Sólo en Europa, los cazadores disparan anualmente más de 40.000 toneladas de municiones, la mayoría fabricadas en plomo.
Anualmente, recuerdan los investigadores, son vendidas en los mercados europeos dos millones de liebres de la Patagonia argentina cazadas con perdigones de plomo. Entre sus principales consumidores, destacan países como Alemania, Holanda, Bélgica, Italia, Francia y Suiza. Una situación similar se repite en la caza mayor de ciervos o jabalíes, animales que también son cazados con proyectiles de plomo y cuya carne es objeto de un mercado importante. Según un estudio previo, el consumo de carne de caza aumenta los niveles de plomo en sangre, especialmente en los niños.
Los científicos proponen la puesta en marcha por parte de la Unión Europea de normativas que aseguren la no comercialización de carne de caza susceptible de estar contaminada. “Lo que pedimos es que se dé un paso más allá y que se establezcan regulaciones precisas para la carne de caza, ya que una sustancia extremadamente tóxica como el plomo está presente en las cadenas de consumo”, destaca Donázar.
Regular la carne de caza
Aunque la carne proveniente de la ganadería está sujeta a fuertes regulaciones para impedir la presencia de sustancias tóxicas, no ocurre lo mismo con las piezas que provienen de la actividad cinegética, como consecuencia, en parte, de una convención cultural. Una serie de medidas específicas promoverían, por tanto, la necesidad de utilizar municiones alternativas, fabricadas con materiales no tóxicos.
“En varios países de la Unión Europea está regulada la utilización de municiones de plomo en los pantanos, para evitar la muerte de aves acuáticas, pero no se han puesto en marcha similares restricciones en ecosistemas terrestres, donde las aves carroñeras, algunas de ellas en serio peligro de extinción, obtienen buena parte de su alimento”, señalan los investigadores, que piden que se evalúe seriamente el origen y la cantidad de carne de caza consumida en cada país.
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