EL MANIFIESTO DE LOS CIEN: DIAGNÓSTICO Y SÍNTOMA

25 de noviembre de 2010

OPINIÓN
Por Xuan Xosé Sánchez Vicente
Escritor

Uno de los elementos más significativos del presente momento español — tanto por lo que contiene como por la persona a la que en primicia fue entregado, el Rey de España— es el documento llamado Propuesta Transforma España, impulsado por la Fundación Everis y elaborado por cien personas destacadas de la llamada «sociedad civil», entre ellos 61 de los primeros empresarios y banqueros del país.
               Si me lo permiten, voy a sustanciarles las líneas fundamentales del texto que, como es natural, tienen ustedes a su disposición, en versiones más extensas o resumidas, en internet. La idea fundamental es que, en lo económico, no nos encontramos ante una situación que haya surgido de la coyuntura, sino ante un problema estructural al que nos había llevado nuestro propio desarrollo, al alejarnos éste, por un lado, de los países competitivos en razón de los bajos costos de la mano de obra y la producción de bienes poco especializados y, por otro, al no habernos situado entre los creadores de productos innovadores y tecnológicamente punteros. Al mismo tiempo, y en parte sólo como reflejo de ello, hemos ido perdiendo atractivo como país en el conjunto de la economía globalizada. Ese análisis —que ya hemos señalado aquí nosotros muchas veces— se complementa con un diagnóstico, el de que somos un país con un gran potencial colectivo en muchos ámbitos, tanto sociales como empresariales. Todo ello lleva a los analistas a afirmar que el primero de los retos a que nos enfrentamos es, tanto en lo externo como en lo interno, un reto en cuanto país, no en lo relativo a esta o aquella comunidad, a este a al otro sector, a este o aquel partido.
               La segunda gran línea analítico-argumentativa es la de que existen en España una serie de problemas estructurales —en el orden financiero, en el del estado del bienestar, en el de la seguridad jurídica, en el de la propia política y la representatividad de los ciudadanos, en el papel de las organizaciones empresariales y sindicales— que se deben remover profundamente: a fin de asegurar su continuidad en unos casos (el de las prestaciones sociales); a fin de mejorar la fluidez de las actuaciones económicas y garantizar un crecimiento sostenido; a fin de que partidos, instituciones y leyes no constituyan obstáculos o sean generadores de inseguridad para el buen funcionamiento del país y para las mejoras colectivas en el futuro.
               La tercera línea la constituye la apelación al compromiso individual, a la participación ciudadana, a la mayor exigencia y responsabilidad por parte de la sociedad civil, con un incremento tanto de su capacidad de decisión como de la conciencia de sus deberes. Todo ello, además, con el objetivo central de que la excelencia pueda fluir y encuentre facilidades para su ascenso a los puestos de decisión y para que las mejores iniciativas se puedan llevar a cabo.
               Un par de notas, finalmente, sobre la presentación y la difusión del documento. Empecemos por este aspecto, para señalar que, hasta el momento al menos de escribir estas líneas, el texto no ha tenido la consideración que merece, más aún que por su diagnóstico y propuestas, por el número y calidad de sus firmantes y la finalidad del mismo: llamar la atención sobre la gravedad del momento y sobre su carácter holístico, de un lado; apelar a una profunda transformación de nuestras estructuras productivas y sociales, no a una mera reforma, de otro; convocar al ánimo, a la ilusión de futuro, a la responsabilidad colectiva y al esfuerzo, finalmente. De forma tangencial, apuntemos que en el escrito —redactado en un tono prudente y constructivo— no se contienen algunas de las drásticas formulaciones que en él se han dicho que se contenían, como se ha oído en alguna tertulia o como ha traducido algún columnista habitualmente airado. 
               El segundo apunte hace referencia a la instancia ante la que se presentó en un primer momento el documento, la Corona. Es evidente que el Rey no tiene responsabilidad ni capacidad institucional alguna para solventar ninguno de los problemas analizados en el texto ni para proponer soluciones o ejecutar propuestas, ¿por qué, pues, se ha presentado ante él?, esto es, ¿por qué se ha presentado en sociedad a través de su persona? Para algunos el hecho reflejaría la «desesperación» de los proponentes, su conciencia de la sordera y particularismo de las demás instituciones y de los partidos políticos, y sería esa, en consecuencia, la razón por que acudirían a picar a la única puerta abierta, a dejar su carta en el único buzón disponible. Para otros, la iniciativa se apoyaría en el carácter de arbitraje y moderación que el artículo 56 de la Constitución señala para la Corona. Hay quienes, finalmente, entienden que se ha tratado de buscar un «lugar» neutral, apartidista, para desde ahí dar la alerta a los ciudadanos de España.
Quizás sea precisamente esa, la forma de presentación del texto, su carácter de «representación», un síntoma de la gravedad de nuestras carencias presentes. Ustedes, ¿cómo lo ven?

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