Acerca de las pasiones

26 de noviembre de 2010

OPINIÓN
Por Luis Mugueta
Periodista

A determinada edad comenzamos a darnos cuenta de la nuestra. Van muriéndose mitos y revisamos películas en las que todos los actores, a los que vimos recoger goyas o en las entrevistas de los periódicos y del Fotogramas , están muertos. A los afortunados con la longevidad aún les queda la más dura de las fases de darse cuenta, la de ver desaparecer a los amigos. De cuando en cuando, juego con uno de ellos, --vivo por supuesto y por fortuna--, a recordar los nombres de los protagonistas del Doce hombres sin piedad que adaptó al célebre programa televisivo Estudio 1 Gustavo Pérez Puig, Pilar Miró o alguien de altura similar en el arte audiovisual. Suelen faltarnos en el recuerdo un par de actores como mucho, y no siempre son los mismos. Solemos comentar para terminar el juego que sólo quedan dos en este mundo. Luego, de vuelta a casa, me pongo la obra en DVD y repaso los diálogos, los gestos, la claustrofobia y el humo de los cigarrillos en blanco y negro. Cuando volvemos a jugar, vuelvo a olvidar los nombres de un par de ellos, otro evidente reflejo de a estas alturas de la vida, muy cerca del callejón del Gato.
La pasión con la que disfrutamos del pasado en el presente es una de las emociones más agradables de las que disponemos. La rabiosa actualidad, uno de los tópicos gramaticales más deleznables que existen, nos ofrece otro tipo de pasiones. Dos de las más potentes en el ránking imaginario de la popularidad se cruzan en estas próximas horas por uno de los tantos elementos que no podemos controlar ni con sabiduría ni con dinero, es decir sin hacer trampa: el azar. Las elecciones catalanas han colocado el Barça-Madrid en un lunes. El día más vilipendiado de la semana hace las veces de fin de semana en una suplencia extraña. Un buen analista económico podría calcularnos el dinero que costará esta mundial decisión. La política desplaza al fútbol, alguien ha decidido que vamos a ser serios.
Argumentos, al margen del azar (la fecha de convocatoria a las urnas catalanas fue posterior al sorteo del calendario de la Liga), los hay ya para elegir. Fuera de bromas, en un país normal el partido se hubiese jugado en sábado e incluso el mismo domingo. En este no, porque por fortuna no es un país normal. Hay que votar y ganar. O votar un día y ganar al siguiente. ¿Quién prefiere que gane, Artur Mas o el Barça, Montilla o el Madrid? En un reportaje publicado el otro día alguien con algún peso sociológico y mediático afirmaba que el fútbol ya no es el opio del pueblo, que el fútbol es la libertad. Además del valor estético del pensamiento, el fondo resucita una vieja emoción ante una pasión moderna. El balompié, que dirían los académicos, es un deporte relativamente moderno en la forma en que lo conocemos y ciertamente anticuado en su filosofía. Tal vez el mejor ejemplo de su condición cavernaria sea la eterna polémica de negarse a que el árbitro pueda mirar a una pantalla gigante para salir de dudas. Pero así es como nos gusta. Esa vieja emoción pero pasión moderna, a raíz de la frase del sociólogo de turno, es una renovación del pan y circo o la quintaesencia de la actividad del cerebro. Antes de que existiese Valdano, los únicos intelectuales que consideraron el fútbol una sensación artística y emocional, una experiencia válida y necesaria, eran Vázquez Montalbán, Javier Marías y pocos más. Ni siquiera los especialistas--forofos, salvo gloriosas y afortunadas excepciones. El opio del pueblo fue lo más cercano a las demostraciones sindicales del Primero de Mayo, también en blanco y negro, como el Estudio 1 . La modernidad publicitada desde la transición refrescó nuestras particulares pantallas y mientras los tiempos cambiaban, durante la transformación europea, el balón se trasladó primero a las estanterías de las librerías (Eduardo Galeano sea quizás la mejor muestra) y luego a la pugna entre las empresas televisivas. Así que amor y dinero, muchas veces salud, se instalaron de nuevo en nuestras pujantes existencias como un disparo rozando el poste. Deberíamos decir balón en lugar de disparo, pero la jerga amenaza con entrar en los diccionarios.
Marcamos la vida cada cuatro años, pero por los mundiales de fútbol, no por las elecciones. Sin embargo somos serios y damos prioridad a las urnas. No lo duden, lo que ahorramos convocándolas en domingo para que nadie tenga que dejar el trabajo para votar, lo gastamos el lunes por dejar de trabajar para ver el partido.

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