Recién llegada de la Feria internacional de arte múltiple contemporáneo de Madrid ESTAMPA, recibimos en la galería la obra "Vacío" de esta joven promesa de la fotografía. Este chileno afincado en Madrid ha recorrido en lo que va de año la sala Picasso de Madrid (Círculo de Bellas artes), la Galería Cero (EFTI) y la Sala ESUM de Murcia.A partir del martes se podrá disfrutar de la obra expuesta en el Espacio 01.
El blanco rostro de la reina de Montparnasse en horizontal se cruza con la negra máscara africana en vertical, damero desdoblado, vacío, tranquilo, en la fotografía de Man Ray.
Los rostros de Vacío, horizontales y blancos, inquietan porque se parecen más a la máscara africana. Son rostros sin sombra, pero a los que se ha dado nombre. Son tierra, son piedra, se funden con el suelo vegetal, se consustancian con la naturaleza, son roca, impenetrables. El ánima se modela en Pangea con la Tierra. Se les escapa el aliento por los ojos. Los latidos de la Tierra-Madre, retumban en los labios sellados como cántaros. Son rostros caídos, ruinas de una civilización perdida. Y como en las estatuas antiguas de ojos modelados con pasta de vidrio, son los que las convierten en un icono al que se ha insuflado vida y dado un nombre, pero que tienen que llenar sin el ausente.
Median dos años entre la serie Vacío y Carreteras monumentos. No parecen mantener unidad. Dos géneros distintos: retrato, paisaje. Dos luces diferentes: tenebrismo barroco, intensa luz radiante. Conociendo la biografía de Álvaro Rojas Sastre, descubrimos que ambas son piezas de un viaje de ida y vuelta, un enajenamiento de su país, que permite ver las cicatrices de la piel de los seres y del paisaje amado, una toma de distancia, con un mar por medio que le aleja y le desvela el mundo del que parte y le descubre que el mundo es ancho y ajeno. La obra civil que es un latigazo al suelo, una negra flecha que atraviesa el paisaje, la panamericana, y los rostros que ponen recuerdos a su transitar son registrados como monumentos. Las cabezas son gigantes abatidos, semejantes a la cabeza colosal de Constantino en el patio de los Museos Capitolinos, las estructuras de los puentes, son vértebras, que modelan el cuerpo de su país, como si de un gigante se tratara.
Es una road-movie al estilo de los trabajos experimentales de Chip Lord ó Sophie Calle - Motorist; No sex Last night – transitada por el formalismo documental del matrimonio Becher y donde el protagonista no es el coche, ni siquiera la carretera, sólo la noche, la herida abierta, la ruta monumental, intentando aprehender todo un continente. Las rígidas taxonomías de las construcciones de hormigón, dormidas en lo oscuro de la noche, pueden pertenecer a cualquier piel.
El proyecto En primer grado (2008) es un trabajo de género. Parece aún más alejado de los anteriores, pero también está concebido en un mundo como un archipiélago, interconectado y aislado. Las imágenes alteran los estereotipos culturales y sociales de fuerza y sumisión. Cada 18 segundos una mujer es maltratada en algún lugar. Las noticias de violencia contra las mujeres son las mismas en el viejo y en el nuevo mundo y su denuncia, a través de estas acciones y de estos paisajes, que actuando como un telón decorado, acotan, encierran, confinan a las figuras dentro del horror tranquilo, es igual de válida en ambos espacios, que comparten, en la distancia, una misma cadencia del tiempo.
Los tres proyectos de Álvaro Rojas Sastre son una búsqueda que conduce a poner en cajas de luz las imágenes mentales de un continente, de una sociedad, de unos rostros.
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