Cancún no debe fracasar

29 de octubre de 2010

A un mes de que inicie la décimo sexta conferencia de Naciones Unidas sobre cambio climático (COP 16) en Cancún, Quintana Roo; esta cumbre es una oportunidad para que los gobiernos del mundo establezcan los cimientos del régimen climático post 2012 y así evitar el círculo vicioso de que nada se acuerda hasta que todo se acuerde, que paralizó la cumbre del clima en Copenhague en 2009.


Para no repetir en Cancún la historia de hace un año -como  tragedia o como farsa-, deben lograrse progresos significativos en áreas claves como: deforestación, metas ambiciosas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y financiación de las acciones de mitigación y adaptación al cambio climático; sólo así será posible alcanzar un acuerdo global que salve el clima con la urgencia que se requiere.

En Cancún se trata de elegir: los gobiernos deben optar entre enfrentar más climas extremos, como los que hemos experimentado este año en México, Rusia o Paquistán, dejando que sus decisiones o su inacción nos lleven a un aumento de temperatura de 3 grados centígrados o más; o adoptar una serie de reglas y acciones que pongan al mundo en el sendero de una sociedad baja en carbono, segura, limpia y renovable.
La reunión el año pasado en Copenhague dejó una estela de fracaso que hoy obliga a los países del mundo a reconstruir la cooperación internacional en materia climática y decidir qué futuro quieren para el mundo. Si bien las expectativas de lograr un acuerdo global justo, ambicioso y obligatorio son menores a las que había en 2009, Cancún debe resultar en avances concretos que hagan realidad dicho acuerdo lo más rápido posible. Para que el fracaso no se repita dichos cimientos deben incluir (no necesariamente limitarse a):
  • una decisión sobre la meta a alcanzar en materia del aumento de la temperatura global a largo plazo, que considere estabilizarlo los más abajo posible de los 2ºC, a revisarse en 2015 y que reconozca que un aumento de 1.5ºC podría traducirse en daños irreparables y de gran magnitud.
  • el reconocimiento formal de que las reducciones prometidas el año pasado en Copenhague no son suficientes para detener al cambio climático (existe una brecha de las gigatoneladas que se promete reducir y las que los países están dispuestos a lograr) (ver tabla), como tampoco lo son las políticas energéticas predominantes.
  • el establecimiento de un nuevo fondo financiero para el clima dentro de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático y el diseño del proceso para que en la COP-17 se vuelva realmente operativo.
  • el reconocimiento de la necesidad de contar con fuentes de financiamiento innovadoras y de largo plazo (independiente de los presupuestos nacionales) para sufragar los costos de la mitigación y la adaptación.
  • el establecimiento de un marco que proteja a los bosques y selvas de la deforestación e incluya salvaguardas básicas que beneficien y respeten los derechos de las comunidades indígenas y locales así como la biodiversidad.

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