Jugar al triple

11 de septiembre de 2010

OPINIÓN

Por Luis Mugueta

Marcar las tres Casillas de su quiniela puede Salirle caro al Partido Popular asturiano Las loterías no van por barrios, ni por centros urbanos, ni siquiera por sabios de la aldea. Van como van De momento hay razones para pensar en un ‘villarazo’ o en que la decisión depende de unos dados marcados

Todavía, y sobre todo en estos días, somos quienes nos despistamos entre una porra y una quiniela. El objetivo del juego, limpio, es salvo excepciones que gane tu equipo. En la porra , más difícil, un poco más ajedrez por decir algo, se trata de acertar el resultado. En la quiniela, el resultadismo. No es lo mismo apostar al 3-1 que al 1-X-2. Habrá estadísticas más certeras, pero en la porra hay corazón, y en la quiniela, deseo, que también es lícito. Las loterías no van por barrios, ni por centros urbanos, ni siquiera por sabios de la aldea. Van como van. Todos conocemos a alguien a quien le faltaba un gol del Betis para una de catorce, y aquel tipo (pongamos que Cardeñosa, y que Dios me perdone) falló, o lo paró Iríbar, o Marro. El caso es que el quinielista siempre juega contra cien mil jugadores, como mínimo. Las simultáneas del ajedrez no suelen pasar de 30 o 40. Por eso me quedo con la porra , porque lo bueno que tiene no es ganar o perder, sino contarlo luego, como lo de Dominguín con Ava Gadner. El corazón es mal consejero en la quiniela y en la porra , e incluso en el ajedrez. El cerebro, poco amigo de las apuestas que no sean de póker, es un desastre en una triple posibilidad.
Todos, o casi todos, hemos hecho quinielas con los dados: si sale par, un 1, si sale impar, el 2, y si sale el 6, la X. ¿A qué jugamos, a la quiniela o a los dados? Más práctico y menos longevo son los dados, aunque dan más sustos. La célebre, familiar e irremediable quiniela que hasta hace pocos años se sellaba los jueves en los estancos, ahora se juega al margen de la ley del entendimiento en los intestinos de internet. Las variables, todos las conocemos, no son muy difíciles. De otro modo, si se entiende poco, jugamos a la loto o lotoprimitiva o lotoglobal, que sólo requiere meter un par de euros en una máquina blanca que, por cierto, da siempre la sensación de que jamás será rentable. Nadie conoce a nadie que le haya tocado algo en cuestión de fin de semana o jueves de premio extraordinario, con bote o sin bote. Los pocos casos conocidos son gente huyendo de la masa (como Guruceta en tiempos) o los dueños de Sort defendiendo a sus clientes agraciados. Ley de vida, tópico inescrutable: la suerte va contigo.
Sí es cierto que la vorágine jugadora de este país ha dado muchos puestos de trabajo, y casi todos con buena suerte esporádica: desde el vendedor del cupón --un saludo desde aquí-- hasta los publicistas y previamente los diseñadores. A los guionistas, a los expertos en fotografía, en spots de cinematografía, e incluso a los argentinos. Ganamos como siempre, perdimos como nunca. Todo es cuestión de suerte. Hoy es más que probable que el Madrid gane a Osasuna, pero si es al contrario tendremos, además de satisfacción, algún que otro millonario. Eso sí, en Alicante. Hay gente que no necesita un máster para buscarse la ruina millonaria. Por eso, por las posibilidades infinitas que da la cábala, la tabla de Borges o la tabla de planchar, los dados, los chinos, los dedos, el tapete, las matrículas capicúas, que te mire un tuerto, el color del parchís, el número primo, la suma de los sumandos del cupón de la ONCE, la inicial de la capital de Bélgica, el número de la línea del autobús de tu barrio, y así hasta los días del cumpleaños de toda la familia, nunca estarás seguro, pero siempre inquieto, que es de lo que se trata. Vigila tu quiniela, que caducas el lunes, depende de las televisiones. ¿Cuánto cuesta, en dinero, jugarse una jornada al triple? Y hubo, ahora no sé, un tiempo en que la gloria se llamaba pleno al quince. Que, por cierto, podía ser un Iliturgi-Pontevedra. Todavía hay nostálgicos que recuerdan los reservas: tú ponías un 1 al Deportivo--Sabadell y el partido se suspendía por la lluvía. Ese 1 pasaba al San Andrés-Castilla, y luego cachondeo en la oficina como Sazatornil y compañía, pero en trágico.
Así las cosas, como quien no las quiere o como a quien no le apetece, el Partido Popular presenta su quiniela asturiana. Una terna tan respetable como quien la soporta --sus militantes y sus potenciales votantes--. De momento hay razones para pensar en un villarazo , que descansa en el donjuanesco “qué largo me lo fiais”, o en que la decisión depende de unos dados marcados. No se trata, es obvio, de un juego de azar, pero para quien piensa en hacerse con el premio más parece una porra que una quiniela. Mientras tanto, la Liga es la vida.

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