¡VIVAN LAS “CAENAS”!

12 de diciembre de 2010

OPINIÓN
Por Nicolás Fernandez
Escritor



Entre toda la morralla coronada que nuestra escarnecida España ha tenido que soportar bajo distintos hierros monárquicos a lo largo de su historia, es bastante probable que Fernando VII y su excelso padre, Carlos IV, ocupen un lugar de honor en el panel de la desvergüenza y la indecencia nacional. Sin embargo, ambos golfos y traidores se fueron de rositas al Valle de Josafat, tras haber arruinado y saqueado nuestra tópica y típica piel de toro. El que las crónicas post mortem les hayan puesto a parir, a buen seguro que no perturba lo más mínimo su descanso eterno a la diestra de Dios Padre, que es donde se ubican los monarcas por riguroso turno dinástico cuando la palman. Claro que a estas alturas del calendario a Fernando VII, alias “El Deseado”, que le quiten lo bailado (que rima) y al burro muerto, cebada al rabo…
Tras las bochornosas Abdicaciones de Bayona (6 de mayo de 1808), en su retiro dorado en Valençay, el Borbón de marras tiene noticias del inicio de la Guerra de la Independencia. Naturalmente el regio patriota, para no incomodar a Napoleón y perder unas prebendas nada despreciables, desaprueba rotundamente la insurrección del pueblo en armas contra el invasor gabacho.
Aún así, cuando regresa a Madrid, es aclamado al grito de ¡vivan las “caenas”!. En Valencia, el llamado “Manifiesto de los Persas” le pone en bandeja de plata el retorno al absolutismo, con su testa iluminada a la cabeza de la contrarreforma liberal. Se levanta la veda contra todo aquello que huela a la Constitución de 1812, la “Pepa” gaditana, y el siglo XIX zozobra en medio de un nuevo caos político, social y económico. El alto clero, la nobleza, los “espadones” militares y las clases privilegiadas, bailan el rigodón mientras el pueblo llano se desangra.¡Vivan las “caenas”!.
Ya en el siglo XX, con la huída de Alfonso XIII, la dictadura de Primo de Rivera, la asfixia a la Segunda República, la guerra civil de 1936-39 y subsiguiente dictadura del general Franco -cuarenta añitos de nada- el destino regala a las clases más modestas otra vuelta de tuerca. Cuatro millones de españolitos tienen que emigrar para poder sobrevivir. ¡Vivan las “caenas”!.
El 20 de noviembre de 1975, Arias Navarro nos anuncia entre pucheros que el Caudillo  ha muerto. Venturosa e irreparable pérdida, gracias a Dios, que permite que la democracia secuestrada cuatro décadas bajo palio, retorne a España.
El compromiso de que esta vez la soberanía popular se ha de consolidar para siempre, se respira en la calle. Nace la constitución de 1978 y con ella la reconquista de los derechos y libertades sojuzgados. Los ciudadanos se conjuran a construir un horizonte solidario de bienestar común, justo, sólido y equitativo.
El 23 de febrero de 1981, Tejero, Armada, Milans y sus mariachis escriben a tiros en el techo del Parlamento ¡vivan las “caenas”!. Pero la gleba se rebrinca y les jode el invento.
 En 2007, asoma sus fauces insaciables esa entelequia llamada “Mercado”. Apadrinada por otro diseño perverso de los dueños del mundo: la “Globalización”. Nadie se atreve a plantarle cara. Nos mete de hoz y coz en la mayor crisis económica de la historia desde la segunda Gran Guerra.
Los reyes del ladrillo, la corrupción urbanística y la ingeniería financiera de plástico, hacen caja y salen por pies. Eso sí, dejando en la calle a cuatro millones de parados y una deuda pública que nuestros nietos seguirán pagando cuando sean abuelos. ¡Vivan las “caenas”!.
El nuevo P.S.O.E. de Zapatero, obsesionado con borrar del mapa todo lo que huela a Suresnes, baila la Yenka (adelante, atrás, un dos tres…) en el ring político, sonado y al borde del K.O. técnico. Y ante la estupefacción de propios y extraños, tira al cubo de la basura todos y cada uno de los logros sociales que fueron antaño sus señas de identidad, sin que nadie le corra a gorrazos.
El nuevo P.P. de Mariano Rajoy, obsesionado con tocar pelo de Moncloa, contempla desde el burladero nacional y sin mover ficha, como la “Vaquilla” de Berlanga agoniza en medio del secarral, mientras los buitres multinacionales se disponen a zampar sus entrañas.
Los nacionalistas suben las tarifas a cambio de votos. Los tonsurados pata negra ponen el cazo a cambio de silencios. Y el Tío Gilito se frota las manos atisbando la suculenta cuenta de resultados que se le viene encima.
¡Vivan las “caenas”, coño…!

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