El Observatorio de Precios del Ministerio del Medio Ambiente y Medio Rural y Marino ha realizado un estudio sobre la cadena de valor de la patata, tomando como referencia la campaña de enero a diciembre de 2009, donde se destaca que, en general y en situación de normalidad comercial, todos los eslabones de la cadena de valor consiguen márgenes aceptables, siendo mayor en las tiendas especializadas, debido a las numerosas funciones que asumen y a los pequeños volúmenes que comercializan.
Según el estudio, en 2009 en España había alrededor de 22.000 explotaciones agrícolas dedicadas al cultivo de la patata en una superficie de más de 85.000 hectáreas y consiguiendo globalmente una producción de 2.480.000 toneladas.
Estos datos reflejan unos rendimientos medios de 113,6 toneladas por explotación y de 29.412 kilogramos por hectárea, aunque la mayor parte de la producción de patata en España está ya en manos de productores mucho más especializados (en torno a unas 8.000 explotaciones), que logran rendimientos por encima de los 40.000 kilogramos por hectárea de promedio.
En cualquier caso, la producción de la patata ha experimentado, entre 1990 y 2009, un retroceso, paralelo al consumo de este producto, con un importante descenso en los datos de consumo en los últimos 25 años (cerca de 56 kg per capita en 1985 y en torno a 34,2 kg per cápita en 2009).
En esta línea el estudio destaca la necesidad de ofrecer un producto cada vez más homogéneo y bien presentado, con calidad y trazabilidad asegurada, lo que ha justificado la realización de importantes inversiones, especialmente entre un conjunto de grandes envasadores, almacenistas y distribuidores con grandes instalaciones y estructuras que hay que amortizar y mantener.
La patata es un producto muy perecedero, que se cultiva en unos pocos meses y se necesita comercializar en un plazo corto o someterse a conservación; se trata de un cultivo muy exigente, con mucha merma y muy condicionado por la climatología, por lo que la producción se desarrolla en un evidente clima de incertidumbre.
El análisis de la cadena de valor de la patata fresca para consumo humano directo, demuestra que es muy larga y que hay muchas opciones a considerar, ya que hay una gran diversidad de agentes sectoriales y muy numerosas tipologías de posibles circuitos de producción/comercialización del producto.
Por otro lado, en las dos configuraciones de la cadena de valor (tradicional y moderna), se ha verificado que sólo se diferencian a partir de la figura del envasador, siendo hasta este punto idénticos los procesos de producción y comercialización seguidos.
En este sector, la presencia de cooperativas es aún relativamente reducida, aunque existen importantes organizaciones, de base cooperativa, que cuentan con una significativa implantación con instalaciones multivalentes.
Por lo que se refiere a la formación de precios, en la cadena de valor el mayor porcentaje de costes corresponde al eslabón de envasadores/almacenistas/distribuidores, ya que asumen la mayor parte de las funciones de preparación y conservación de la patata.
Asimismo, el estudio indica que el peso específico de los Mercas, como mayorista en destino, se va reduciendo en beneficio de un creciente desarrollo de las plataformas de la distribución moderna.
El estudio concluye que el sector de la patata fresca de consumo podría ser más eficaz y competitivo, así como crecer y expansionarse, para lo que sería oportuno incorporar mejoras en su estructura y vertebración, así como en sus sistemas de información y planificación.
Estos datos reflejan unos rendimientos medios de 113,6 toneladas por explotación y de 29.412 kilogramos por hectárea, aunque la mayor parte de la producción de patata en España está ya en manos de productores mucho más especializados (en torno a unas 8.000 explotaciones), que logran rendimientos por encima de los 40.000 kilogramos por hectárea de promedio.
En cualquier caso, la producción de la patata ha experimentado, entre 1990 y 2009, un retroceso, paralelo al consumo de este producto, con un importante descenso en los datos de consumo en los últimos 25 años (cerca de 56 kg per capita en 1985 y en torno a 34,2 kg per cápita en 2009).
En esta línea el estudio destaca la necesidad de ofrecer un producto cada vez más homogéneo y bien presentado, con calidad y trazabilidad asegurada, lo que ha justificado la realización de importantes inversiones, especialmente entre un conjunto de grandes envasadores, almacenistas y distribuidores con grandes instalaciones y estructuras que hay que amortizar y mantener.
La patata es un producto muy perecedero, que se cultiva en unos pocos meses y se necesita comercializar en un plazo corto o someterse a conservación; se trata de un cultivo muy exigente, con mucha merma y muy condicionado por la climatología, por lo que la producción se desarrolla en un evidente clima de incertidumbre.
El análisis de la cadena de valor de la patata fresca para consumo humano directo, demuestra que es muy larga y que hay muchas opciones a considerar, ya que hay una gran diversidad de agentes sectoriales y muy numerosas tipologías de posibles circuitos de producción/comercialización del producto.
Por otro lado, en las dos configuraciones de la cadena de valor (tradicional y moderna), se ha verificado que sólo se diferencian a partir de la figura del envasador, siendo hasta este punto idénticos los procesos de producción y comercialización seguidos.
En este sector, la presencia de cooperativas es aún relativamente reducida, aunque existen importantes organizaciones, de base cooperativa, que cuentan con una significativa implantación con instalaciones multivalentes.
Por lo que se refiere a la formación de precios, en la cadena de valor el mayor porcentaje de costes corresponde al eslabón de envasadores/almacenistas/distribuidores, ya que asumen la mayor parte de las funciones de preparación y conservación de la patata.
Asimismo, el estudio indica que el peso específico de los Mercas, como mayorista en destino, se va reduciendo en beneficio de un creciente desarrollo de las plataformas de la distribución moderna.
El estudio concluye que el sector de la patata fresca de consumo podría ser más eficaz y competitivo, así como crecer y expansionarse, para lo que sería oportuno incorporar mejoras en su estructura y vertebración, así como en sus sistemas de información y planificación.
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