OPINIÓN
Por Luis José de Ávila
PeriodistaAyer tuve el honor y el placer de asistir un año más, va para treinta y seis, a la reunión anual de antiguos alumnos del colegio Santo Domingo, cuya asociación presidí varios años, habiéndome sucedido el experto fiscal José Luis Fernández al frente de una dinámica directiva en la que se mantiene como secretario Chema Feito, profesor, por cierto, del colegio.
Es una reunión que sirve, por lo menos, para que muchos de los que estudiamos el bachillerato en el colegio de los dominicos de Oviedo -ahora es de una fundación por lo que va perdiendo el sabor de la citada orden religiosa- nos encontremos una vez al año. En esta ocasión, por cierto, después de más de treinta años he vuelto a estar con uno de mis amigos de la infancia, el ingeniero de minas Antonio Fernández Peña, de la quinta de Gabino de Lorenzo y Luis Tejuca en la Escuela Superior de Ingeniero de Minas de Oviedo, y a quien la vida llevó a Palma de Mallorca donde vive ya jubilado.
En la reunión de hoy, gente de mi quinta, y en plena forma, como Ramón, Andrés Tresguerres, Carlos, Viso, Vespertino, los profesores Enrique y Marcial, Rafael Sariego, actual presidente del Consejo Social de la Universidad de Oviedo -”Vicente Gotor es un buen tipo” me dice- y que antes de fin de mes, al cumplir los 65 años, se jubila como médico de la Residencia Sanitaria, y Antonio Masip a quien cada vez que le veo le encuentro más recuperado de aquel achuchón que sufrió años atrás. Siempre acuden antiguos profesores como los reverendos Basilio Cósmen, por el que no parecen pasar los años, el padre Fermín que vuelve a coger otra pataleta al ver como de nuevo pierde su querido Real Oviedo y el padre Valdés tan dinámico como siempre.
A estas reuniones no logramos que acudan de las generaciones más jóvenes y en este caso creo que los único eran dos antiguos alumnos y concejales del ayuntamiento de Oviedo como son Gerardo Antuña e Ivan de Santiago que ni cortos ni perezosos nos endosaron a los ciento cincuenta asistentes lotería para navidad del PP local, incluido Antonio Masip. Por allí estaba también el ex alcalde de Noreña Rafael Junquera a quien aprovecho para darle el pésame ya que su madre falleció hace unos días, militante del PP siempre muy crítico con la actual dirección regional. Seguro que lo veré el próximo miércoles en la conferencia que Francisco Alvarez-Cascos pronunciará sobre el AVE en Oviedo. Jaime, el propietario del antiguo Apolo de Ribadesella, vuelve a traerme unas botellas de sus misteriosas y fantásticas compuestas que reservo para nochebuena. También me encanta volver a encontrarme después de muchos años con Jaime Masip, hermano de Antonio, que reside en Madrid y que asimismo estudió en los dominicos. En aquellos tiempos, inicio de la década de los 60, los más revoltosos éramos Antonio Masip y un servidor, claro que él tenía la ventaja de que su padre don Valentín era alcalde de Oviedo. De aquella panda al único que expulsaron, creo que en quinto de bachillerato, fue a Juan Luis Rodríguez Vigil, años más tarde presidente del Principado de Asturias
Lo de titular este artículo “El motín del Caine” viene a cuento porque entonces, ya en preuniversitario, para recaudar fondos para el viaje de estudios andábamos por medio Asturias representado dicha obra. A mi me tocaba hacer el papel de malo, el que en la famosa película interpretaba el actor Fred Mac Murray. Donde nos cubrimos de gloria fue precisamente en Noreña. Un día de perros, en medio de una gran tormenta, arrancamos para allá. Apenas pasado Colloto el autobús rompió un eje y terminamos en la cuneta. Cuando llegamos al teatro parroquial -el cura tenía una emisora muy escuchada en el campanario- con gran retraso solo teníamos nueve espectadores esperándonos pacientemente. Uno de ellos, un indigente, se empeñó en pagarnos la entrada -no me acuerdo cuantas pesetas eran- en perronas, una a una. Bueno, son aventuras de juventud que cada año, a modo de batallitas, nos volvemos a contar en Casa Lobato. Como el tiempo pasa desgraciadamente van faltando compañeros. Ley de vida. Para el próximo diciembre, la reunión treinta y siete. El espíritu dominico continúa vivo y coleando; por fortuna.
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