LOS GATOS TIENEN MÁS DE UNA

1 de noviembre de 2010

OPINIÓN
Por Xuan Xosé Sánchez Vicente
Escritor



Vida. Y, Zapatero, como ellos, parece tenerla. Hasta hace dos semanas todo el mundo suponía que, aunque la legislatura no se interrumpiese, iría languideciendo a lo largo de los meses venideros; del mismo modo, daban a Zapatero por acabado y se hablaba abiertamente de su sucesión. En el PSOE redoblaban las voces críticas y la desmoralización y la conciencia de desastre electoral inevitable se generalizaban. Ha bastado un semiacuerdo de legislatura con el PNV (15 de octubre, viernes) y con Coalición Canaria (18, lunes) y una inesperada —por amplia— remodelación del Gobierno (19, martes), todo ello en cinco días, para que la percepción de la opinión sobre Zapatero y PSOE haya variado, o, al menos, se haya situado en posición de variar; 120 horas para que, si no la euforia, el entusiasmo se desbordase entre los militantes socialistas y la opinión próxima a ellos.
            ¿Qué ha cambiado sustancialmente, de verdad, en esos «cinco días que asombraron al mundo», para que parezca haberse pasado de la inminencia e inevitabilidad del desastre y la derrota a la esperanza de salvarse de ellos? En primer lugar, se ha ganado tiempo, prácticamente un año y medio. Ahora, Zapatero no sólo dispone de presupuestos para el 2011, sino de los apoyos suficientes para una serie de leyes que le permitirán transmitir la impresión de que gobierna y de que lo hace con decisión y en una determinada dirección. En ese año y medio, como es común juicio, el PSOE espera que la economía cambie, al menos de semblante, y que haya una solución con ETA y Batasuna, solución que, sobre tener su significado intrínseco, es para las gentes del PSOE un mundo emocional deseado que, además, les permitiría separarse del acuerdo con el PP en Euskadi, tremendamente incómodo para unas personas quienes, en su mayoría, han hecho de la distancia con el PP y de la conversión de este en el referente absoluto de lo negativo su única o principal fuente de identidad y de discurso.
            Cuestión aparte es lo que han costado los acuerdos con el PNV y Coalición Canaria. Respecto a los primeros, llaman la atención dos cosas. La primera que, si bien es verdad que las competencias que se van a transferir están en el Estatuto de Guernica, hasta ahora tanto PP como PSOE se había negado a transferirlas, por alguna razón tal vez, debemos suponer. En segundo lugar, que la negociación no se haya realizado con las instituciones de Gobierno, regentadas por el propio PSOE, sino con un particular, el PNV. Tamaña anomalía y su aceptación por la opinión son muy propias de la España de este PSOE zapateril y de una ciudadanía mansueta, sin criterio, que no se mueve más que cuando la mueven.
            En lo general, hay que señalar que la transferencia de las políticas de empleo y de estímulo empresarial a Canarias y Euskadi, así como otras de actuación, inspección y control en esos ámbitos, «no rompen España», como no se cansan de regoldar los afines al PSOE (en realidad, España lleva unida y sin romperse ya desde la lejana y supuesta Pangea), pero sí acentúan la diferencia jurídica y competencial entre regiones, agrandan las diferencias de financiación y adelgazan la administración central del Estado, y, por tanto, reducen la capacidad igualadora o redistribuidora. Mal camino, y, como siempre, peor para los que carecen de peso político, la inmensa mayoría de las comunidades.
            Por otra parte, la desaparición de algunas caras en el Ejecutivo y la aparición de otras nuevas, de aparente más poso y peso, han contribuido, de momento, a desvaír la sensación de ligereza, incompetencia y frivolidad del mismo, lo que ya ha propiciado, al menos, el ánimo en los militantes y, es posible, la suspensión del estado de desafección en algunos votantes.
            ¿Será todo ello suficiente para evitar la derrota y el desastre del PSOE? Dependerá de tres cosas: la propia realidad, especialmente la económica, que no mejorará sensiblemente, y cuyos efectos en los hogares y las personas son difíciles de ocultar o disimular; los resultados de las elecciones catalanes y autonómicas y municipales de mayo del 2001, que marcarán un rumbo definitivo contra el PSOE o corregirán o atenuarán el actual; el discurso con que el Gobierno sea a partir de ahora capaz de seducir a los votantes perdidos, ya pintándoles de rosa la realidad, ya consiguiendo eludir sus responsabilidades en la crisis económica, ya atemorizándolos con el enemigo. ¿Es posible? Sí, aunque difícil. Pues ya es sabido que la memoria de la población es corta y que los fieles no esperan otra cosa que el que se los engañe («seducir» es el eufemismo correspondiente) a fin de tener un pretexto ante sí mismos para volver a equivocarse, para insistir en su contumacia.
            De momento, Zapatero ya ha demostrado que es capaz de resucitar de su propio cadáver, de tener, como los gatos, más de una vida. Zapatagato.
            ¡Zape!, es decir, el significado, ahora por fin averiguado, de su eslogan inaugural: «ZP».

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