Los gobiernos de todo el mundo se están esforzando por costear la atención de salud. A medida que las poblaciones envejecen, que más personas sufren enfermedades crónicas y que aparecen nuevos y más onerosos tratamientos, aumenta vertiginosamente el gasto sanitario.
Aun en países donde tradicionalmente los servicios de salud han sido accesibles y asequibles, los mecanismos de financiación están sujetos a tensiones crecientes. En los países muy dependientes del pago directo por los servicios de salud al recibirlos, el peso de las facturas sanitarias arroja a la pobreza a 100 millones de personas al año.
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En el Informe sobre la salud en el mundo de este año se ofrecen a los gobiernos orientaciones prácticas sobre posibles fórmulas para sufragar la atención sanitaria. A partir de datos empíricos del mundo entero, se explica de qué modo todos los países, ricos o pobres, pueden ajustar sus mecanismos de financiación sanitaria para que más personas reciban la atención de salud que necesitan. En el Informe se alienta a la comunidad internacional a secundar los esfuerzos de los países de ingresos bajos y medios por lograr una mayor cobertura sanitaria.
«Nadie que necesite atención sanitaria debería tener que arriesgarse por ello a la ruina económica,» dijo la Dra. Margaret Chan, Directora General de la OMS. «En el Informe se expone un método progresivo. Alentamos a todos los países a tomar cartas en el asunto y a dar cuando menos un paso para mejorar la financiación de la salud e incrementar la cobertura sanitaria en el curso del año que viene.»
La OMS destaca tres ámbitos fundamentales en los que es posible operar cambios: recaudar más fondos para la salud, recaudar dinero más equitativamente y gastarlo con más eficacia.
Recaudar más fondos para la salud
En muchos casos hay margen para que los gobiernos asignen más dinero a la salud. En 2000, los jefes de Estado africanos se comprometieron a destinar a la salud un 15% de los fondos gubernamentales. Hasta la fecha tres países (Liberia, Rwanda y la República Unida de Tanzanía) han cumplido tal objetivo. Si los gobiernos de los 49 países más pobres del mundo dedicaran en cada caso un 15% del gasto público a la salud, podrían recaudar un importe adicional de US$ 15 000 millones al año, lo que supondría casi doblar los fondos disponibles.
Los gobiernos también pueden generar más recursos para la salud mediante una recaudación de impuestos más eficaz, como ha hecho Indonesia, cuyos ingresos han crecido en un 10%. Pueden encontrar nuevas fuentes de ingresos fiscales, como los impuestos sobre las ventas o las transacciones en divisas. Ghana, por ejemplo, ha financiado parcialmente su seguro médico nacional incrementando en un 2,5% el impuesto sobre el valor añadido (IVA). Un estudio centrado en 22 países de bajo nivel de renta pone de manifiesto que entre todos ellos podrían obtener US$ 1 420 millones elevando en un 50% los impuestos sobre el tabaco. La India podría generar US$ 370 millones de dólares al año gravando con apenas un 0,005% las transacciones en divisas.
La comunidad internacional tiene una función clave que desempeñar. Para garantizar el acceso incluso a unos pocos servicios de salud de calidad se requieren en promedio US$ 44 per cápita en los países de ingresos bajos. Muchos están tratando de conseguirlo. Actualmente hay 31 países que gastan en salud menos de US$ 35 por persona. Si todos los donantes siguieran el ejemplo del Gobierno de Noruega, entre otros, que ha cumplido la promesa de dedicar a la asistencia oficial para el desarrollo un 0,7% de su producto interno bruto (PIB), en los países de ingresos bajos se podrían salvar otros tres millones de vidas de aquí a 2015.
Recaudar dinero más equitativamente
Esto supone eliminar los principales obstáculos económicos para recibir atención sanitaria. Países como el Japón, que logran asegurar la prestación de servicios de salud a toda la población, lo han conseguido reduciendo su dependencia de los pagos directos por el usuario y acrecentando el pago anticipado (generalmente a través de seguros médicos o impuestos, o combinando ambas fórmulas). Los recursos así obtenidos engrosan un fondo común, de forma que la carga financiera no recae únicamente en quien tiene la mala fortuna de enfermar. Este es el modelo utilizado en muchos países europeos y hacia el cual han avanzado sustancialmente en el último decenio Chile, Colombia, México, Rwanda, Tailandia y Turquía, junto con el Brasil, China, Costa Rica, Ghana, Kirguistán y la República de Moldova.
Gastar el dinero más eficazmente
El simple hecho de gastar de manera más inteligente podría incrementar la cobertura sanitaria mundial en un porcentaje situado entre el 20% y el 40%. En el Informe se señalan diez ámbitos en los que es posible trabajar con mayor eficiencia. Uno de ellos es la compra de medicamentos: gracias a la estrategia de utilizar en lo posible medicamentos genéricos, Francia se ahorró el equivalente de casi US$ 2 000 millones en 2008. Otro de esos ámbitos incumbe a los hospitales. A menudo la atención hospitalaria absorbe entre la mitad y dos tercios del total del gasto sanitario público: la ineficiencia en labores vinculadas al mundo hospitalario acarrea la pérdida de casi US$ 300 000 millones al año. Un gasto hospitalario más eficaz podría acrecentar la productividad en un 15%.
La función de la comunidad internacional es básica para lograr un mayor grado de eficiencia. Transcurridos cinco años desde la Declaración de París sobre la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo, concebida para unificar la ayuda en torno a programas liderados por los propios países, hay ahora más de 140 iniciativas mundiales sobre temas sanitarios que discurren paralelamente imponiendo a los gobiernos beneficiarios una serie de tareas logísticas y de presentación de informes que erosionan aún más los recursos. El Gobierno de Rwanda, por ejemplo, informa actualmente de más de 890 indicadores sanitarios, y este es un proceso que consume muchísimo tiempo.
De cara al futuro
El 22 de noviembre, la OMS presenta el informe a una conferencia ministerial sobre financiación sanitaria que acoge el Gobierno de Alemania. A partir de ahí la Organización y sus asociados pondrán en marcha un programa para ayudar a los países a analizar sus sistemas y estrategias de financiación sanitaria y sus políticas y planes nacionales de salud. El programa alentará y propiciará el intercambio de experiencias entre países y ayudará a éstos a ajustar sus sistemas de financiación para que más personas puedan acceder a los servicios de salud que necesitan.
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