El obispo de Alcalá de Henares debe de ser suspendido

27 de diciembre de 2010

OPINIÓN
Por Ignacio Sánchez-Vicente



Creo recordar que tengo varias 'acciones' para sentirme miembro de la Iglesia y en Comunión con su cuerpo. Razonablemente, entiendo que, puesto que no somos perfectos, yo el primero, claro, tampoco debemos exigir la perfección a nuestros pastores, plenos de virtudes y santidades... Bueno, que son humanos, en definitiva. Y se los respeta porque a lo largo, o corto, de su trayectoria pastoral, han logrado el morado o la púrpura. Y ¡anda que llueve!

Ahora bien: que tamaña sandez como la de que los casados canónicamente dan menos golpes a las esposas, o las mujeres a sus acongojados conyuges, sólo por el hecho de serlo, haya salido, brotado, excedido, de nada menos que del obispo de Alcalá de Henares, rebosa mi tolerancia como oveja del rebaño. 


Admitir que en la misma congregación podamos estar semejante incapaz, tamaño distorsionador de la ralidad, semejante munífice de la estupidez ilusioria, y un servidor, lleva a una sola conclusión: o sobra él o sobro yo. Y yo, que llevo una cruz sobre mis hombros bastante mayor que la tuya, monseñor, creo que no sobro. Está claro. No somos compatibles. 

¿De verdad vamos a seguir bendiciendo 'algunas conductas' que habíamos dejado, por sanura moral, en el caritativo olvido? 

Por la dignidad que para mí si tiene la Iglesia a la que ambos pertenecemos, he dulcificado estas palabras. "No los escandalicéis..." "Hay de aquél..."

Ahora bien. Como tus palabras son las del 'pastor' y las mías las de la 'oveja', que El Señor dirima. Él es el pastor. Tú...





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