EEUU: Se debe aprobar la Ley DREAM

27 de diciembre de 2010

OPINIÓN
Por Eric Holder
fiscal general de Estados Unidos

Ya que soy hijo de inmigrante, crecí en la ciudad de Nueva York con un profundo aprecio por los ideales que, desde los inicios de Estados Unidos, han definido a nuestra nación. Como tantos que emprendieron la marcha hacia las costas de Estados Unidos, mi padre y ambos abuelos maternos llegaron aquí de Barbados en busca de una vida mejor y más oportunidades, para sí mismos y sus hijos.

En retrospectiva, puedo ver que su sueño era el Sueño Americano. Pero cuando miro a mi alrededor, puedo ver que hoy en día, este sueño se está esfumando para muchos jóvenes de mucho mérito quienes, por motivos ajenos a ellos, carecen de documentos y, por lo tanto, se les niegan oportunidades.

Por eso, se debe aprobar la Ley DREAM.
Esta crucial medida legislativa ofrecería nuevas vías al servicio y aprendizaje. Y sacaría de la clandestinidad a personas extraordinarias, donde a pesar de sus esfuerzos por hacer aportes y su determinación de tener éxito, están relegadas desde hace demasiado tiempo.

Como mi padre, que fue sargento mayor del Ejército de Estados Unidos, muchos estadounidenses jóvenes y valientes anhelan más que nada contribuir a la fortaleza de su país y mejorar su propio futuro. ¿Por qué hemos de decirles que no? ¿Por qué alguien que creció en Estados Unidos, habla inglés, es graduado de uno o más de nuestros centros educativos, y demuestra, una y otra vez, que es un ciudadano comprometido, debe renunciar a un futuro productivo?
No hay ningún argumento válido.

La Ley DREAM haría más que aumentar las oportunidades de aprendizaje y servicio público de jóvenes en todo el país. También beneficiaría a todo estadounidense al ayudar a forjar una nueva generación de jóvenes que se ciñen a las mejores tradiciones y principios sobre los que se fundó nuestra nación.

Uno de esos principios es igualdad de oportunidades. Ahora, para muchos de ellos, esas oportunidades están en manos del Congreso. Por lo tanto, insto a nuestros funcionarios electos a que tomen una decisión. Los insto a hacer lo correcto. En pocas palabras, insto al Congreso a que nos permita seguir escribiendo la historia de un país que hace que todos nos sintamos orgullosos –como mi padre– de ser estadounidenses.

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