OPINIÓN
Por Ignacio Sánchez-Vicente
PeriodistaLo del 'caso' Julián Assange amenaza convertirse en uno de los mayores escándalos judiciales, a escala planetaria, de la historia reciente de la Humanidad. Su encarcelamiento en condiciones 'victorianas' o 'dickensianas', como denuncian sus abogados, en una cárcel inglesa, la admisión de su fianza por el juez para ser revocada pocas horas después por el mismo juez tras presentar la fiscalía oscuros alegatos a instancias de Suecia, presuntamente, el hecho de que en EEUU haya quienes estén recurriendo a leyes en desuso para impulsar un demencial encausamiento por terrorismo a un medio de prensa digital, ya dan clara muestra de un encarnizamiento que, por sí mismo, reclama para assange la condición de perseguido político. ACNUR debería de tomar cartas en el asunto, desde luego.
Pero lo que realmente llama la atención, y entristece a la par que acojona, es el papelón jugado por el Reino de Suecia en este drama. Dicen, yo no lo creo, que alguien en Suecia se ha ¿plegado? a las indicaciones de EEUU y de ahí esa rabiosa persecución, sin parangón en una sociedad que fue abanderada de los derechos y las libertades del individuo, a que somete a Assange por no haber, presuntamente, usado condón.
Gústele o no a la fiscalía sueca, su actuación aparece a ojos del mundo viciada desde un principio, con decisiones y retractaciones, cambios de jurisdicción y nueva formulación de acusaciones y ahora oposición a la libertad bajo fianza de Assange.
De Inglaterra, tradicional aliado de EEUU, cabe esperar lo que está sucediendo y más, pero, la verdad, lo de Suecia induce a pensar en las más siniestras posibilidades y responsabilidades. Además, su actitud justifica plenamente el miedo del propio Assange, el de sus abogados y el de millones de personas en todo el mundo, a su extradición a Suecia, donde muchos piensan que incluso su vida puede correr peligro.
Nos encontramos en una encrucijada de esas que definen derroteros para la sociedad. Es evidente que las redes sociales y el mismo internet están definiendo un nuevo concepto de la democracia y el control de los poderes tradicionales por los individuos. También es evidente que los poderes tradicionales, no sólo los gobiernos sino quienes mandan más que los gobiernos, quieren a toda costa anular, encadenar, censurar, cuando no suprimir --China o Irán ya lo hacen. por ejemplo-- el primer atisbo de conciencia mundial organizada capaz de poner coto a sus desmanes.
¿Quién ganará? Robin de Losley o el villano de Notingham, no lo sabemos. Pero sí sabemos ya quien juega el deshonroso papel de mamporrero. Esperamos que no juegue también el de sicario...
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