Por Federico Lombardi
Ciudad del Vaticano
Al final del capítulo 10 del libro “Luz del mundo”, el Papa responde a dos preguntas sobre la lucha contra el Sida y el uso del profiláctico, preguntas que se vinculan a la discusión seguida a algunas palabras pronunciadas por el Papa sobre el tema en el curso de su viaje en África en 2009.
El Papa sostiene claramente que él entonces no había querido tomar posición sobre el tema de los preservativos en general, sino que había querido afirmar con fuerza que el problema del Sida no se puede resolver con la sola distribución de los profilácticos, porque es necesario hacer mucho más: prevenir, educar, ayudar, aconsejar, estar cerca de las personas, tanto para que no se enfermen como en el caso se hayan enfermado.
El Papa observa que también en el ámbito no eclesial se ha desarrollado una análoga conciencia, como se deduce de la teoría ABC (Abstinence – Be Faithful – Condom) en la cual los dos primeros elementos (abstinencia y fidelidad) son mucho más determinantes y fundamentales para la lucha al HIV, mientras el profiláctico aparece en último lugar como escapatoria, cuando faltan los otros dos. Debe ser por lo tanto claro que el preservativo no es la solución al problema.
El Papa extiende después la mirada e insiste en el hecho que concentrarse sólo sobre el preservativo equivale a banalizar la sexualidad, que pierde su significado como expresión de amor entre personas y se vuelve en una especie de droga. Luchar contra la banalización de la sexualidad es parte del gran esfuerzo para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda ejercitar su efecto positivo sobre el ser humano en su totalidad.
A la luz de esta visión amplia y profunda de la sexualidad y de su problemática actual, el Papa reafirma que “naturalmente la Iglesia no considera los profilácticos como la solución auténtica y moral” del problema del Sida. Con ello el Papa no reforma o cambia la enseñanza de la Iglesia, sino que la reafirma poniéndose en la prospectiva del valor y de la dignidad de la sexualidad humana como expresión de amor y responsabilidad.
Al mismo tiempo el Papa considera una situación excepcional en la cual el ejercicio de la sexualidad represente un verdadero riesgo para la vida del otro. En tal caso, el Papa no justifica moralmente el ejercicio desordenado de la sexualidad, pero sostiene que el uso del profiláctico para disminuir el peligro de contagio sea un “primer acto de responsabilidad”, un “primer paso hacia una sexualidad más humana” antes que el no hacer uso exponiendo al otro al riesgo de la vida. En ello el razonamiento del Papa no puede ser ciertamente definido como una cambio revolucionario.
Numerosos teólogos morales y personalidades eclesiásticas han sostenido y sostienen posiciones análogas, de todas maneras es verdad que no la habían aún escuchado con tanta claridad de boca del Papa, aunque en forma coloquial y no magisterial.
Por lo tanto Benedicto XVI nos da con valentía una contribución importante de clarificación y profundización sobre una cuestión largamente debatida. Es una contribución original, porque por una parte mantiene la fidelidad a los principios morales y demuestra lucidez en el rechazar un camino ilusorio como la “confianza en el profiláctico”, por otra manifiesta una visión comprensiva y de miras largas, atenta a descubrir los pequeños pasos –aunque sólo iniciales y aún confusos- de una humanidad espiritualmente y culturalmente a menudo paupérrima, hacia un ejercicio más humano y responsable de la sexualidad.
0 comentarios:
Publicar un comentario