OPINIÓN
Por Ignacio Sanchez-Vicente
PeriodistaSe alababa ayer en diversos medios informativos la prontitud, firmeza y claridad con que el arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, condenó los hechos denunciados de conducta sexual impropia por parte de un clérigo de su archidiócesis, al tiempo que repudiaba la misma con rotundidad. Y se ponía en valor su resuelta adopción de medidas sancionadoras tanto como el hecho de que. en lugar de dar largas al asunto –como, penosamente, ha sucedido en muchos otros lugares del mundo– haya cogido, como popularmente se dice, el toro por los cuernos.
A mí no me extraña esta actitud de don Carlos, porque quienes lo conocen saben de su claridad de pensamiento respecto a muchos asuntos en los que lo humano está indisolublemente ligado a lo religioso, y el ejercicio pastoral no puede circunscribirse al etéreo debate sobre cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler ni otras tesosofías ajenas a lo terrenal. Es hombre valiente, don Carlos, además de mente preclara y pastor llamado a más altos destinos, con lo que me refiero a Roma. Hago un inciso para decir que me alegraría, en tal caso, porque estoy seguro de que si algún día es llamado a la ciudad de las site colinas, llevará con él un cachín de Asturias de la que, lo sé, lleva en su espíritu un grato recuerdo.
Así que a monseñor Osoro, enhorabuena por servir de ejemplo en tiempos en los que abundan menos de lo necesario. Y a quienes se sorprenden, decirles que quizá debieran de tratar de conocerlo mejor.
No puedo evitar el cierre de este comentario con una reflexión. Don Carlos tiene, a mi modesto entender, otra cualidad, y es la de saber estimar el momento, medir los tiempos, acertar con el “ahora toca, ahora no toca”. No sé yo sí otro ilustre prelado que nos es cercano lo tendrá en igual medida. Deseo que así sea.
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