(INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS EN LA INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN DE AURELIO SUÁREZ EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE ASTURIAS)
El pasado mes de febrero presentábamos en este Museo de Bellas Artes de Asturias los actos programados por el Gobierno del Principado para conmemorar el centenario del nacimiento de uno de los grandes artistas del siglo XX, Aurelio Suárez.
Hoy inauguraremos la cuarta de las exposiciones; la que clausura este año aureliano. Una exposición que destaca la atención que el Museo de Bellas Artes, desde su fundación, ha prestado a la obra de un artista que se mantuvo la mayor parte de su vida apartado de los circuitos comerciales y de la pintura.
Desde su fallecimiento en 2003 se han realizado numerosas iniciativas para recuperar y difundir la obra de Aurelio Suárez. Al esfuerzo realizado por el único hijo del pintor, Gonzalo Suárez Pomeda, la labor del Museo de Bellas Artes de Asturias y el Ayuntamiento de Gijón, se han sumado aportaciones de estudiosos y buenos conocedores de la obra de Aurelio como Javier Barón, Alfonso Palacio, Antonio Alonso de la Torre, Gabino Busto Hevia, Ramón Alvargonzález, José Antonio Fernández-Castañón o Juan Pérez de Ayala; de galerías como Durero, Vértice, Cornión o la madrileña Guillermo de Osma, así como varias entidades privadas.
Desde el pasado verano, en colaboración con el Ayuntamiento de Carreño, y el Museo Antón, la Galería de Arte Cornión, la Biblioteca Pública Jovellanos, en Gijón, y ahora el Museo de Bellas Artes hemos podido divulgar entre todos los seguidores del arte y la pintura asturiana lo esencial de Aurelio Suárez, a través de exposiciones monográficas, de sus correspondientes catálogos y diverso material divulgativo.
Desde su creación, el Museo de Bellas Artes ha venido incorporando algunas de las más relevantes creaciones de Aurelio a su colección. En su fondo hay una representación importante de la obra de Aurelio en número y extraordinaria en calidad. Una obra que merecía ser expuesta de forma reunida y acompañada de otros materiales que ayudarán al visitante a revivir las condiciones materiales del trabajo del creador, sus intereses y devociones intelectuales.
Y sin duda, esta pinacoteca, una de las más relevantes de España, es el mejor lugar donde contemplar, disfrutar y entender su obra.
Aurelio Suárez fue un artista voluntariamente desconocido, desde que en 1961 decidió dejar de exponer individualmente. Quien se acerca a su obra descubre un universo pictórico extraordinario y único en la pintura española del siglo XX. Un universo que remite al surrealismo tanto como a la pintura de El Bosco o de los pintores medievales, y que sólo es explicable por una creatividad ilimitada, cultivada con un rigor casi científico y un enorme tesón. Cada tarde, al salir de la fábrica, durante toda una vida, Aurelio se sentaba a pintar su visión del ser humano, de su mundo cercano y sus obsesiones, aplicando la ironía de un observador crítico que nunca puso impedimentos al libre desarrollo de su mundo imaginario.
Era un hombre inteligente, culto y observador, y todos esos intereses están reflejados en sus cuadros, en su "pintura de laboratorio", como él diría, que responde a unas normas propias rigurosas, plasmadas en su trabajo metódico en tres formatos fijos (óleos, gouaches y los “bocetos” sobre papel) y en series, que hoy sabemos constituyen una excepcional aportación estética a la pintura asturiana y universal.
Aurelio Suárez empezó pintando en la proximidad y con la influencia las vanguardias artísticas de las primeras décadas del XX, y regresó a ellas cuando volvió a pintar después del paréntesis de la Guerra Civil, manteniéndose en una modernidad artística de la que España se había desgajado. Adoptó una posición de autoexilio artístico que le permitió preservar su independencia y defender su conciencia de creador aislado.
Consiguió mantener su pintura ajena a las modas y a las presiones del mercado, y esto le ha otorgado un carácter de obra fuera del tiempo y universal, que quedó patente cuando en la feria ARCO de arte contemporáneo de 2008 se colgaron cuatro óleos suyos anteriores a los años 60.
Esta celebración del centenario es una ocasión única para que otros artistas, los investigadores y aficionados al arte disfrutemos de una obra singular y siempre sorprendente.
Agradezco la dedicación y el excelente trabajo realizado por su hijo Gonzalo Suárez en la preparación de este año de reconocimiento a uno de los grandes artistas que ha dado nuestra tierra. Sin él hubiese sido imposible presentar estas cuatro brillantes exposiciones que hemos organizado en Candás, Gijón y Oviedo, que han quedado reflejadas en cuatro excelentes publicaciones.
Agradezco igualmente el trabajo y colaboración del director y todo el personal del Museo de Bellas Artes.
No dudo que el “aurelianismo”, palabra que resume más que una actitud ante el arte, toda una vida consagrada a la pintura, practicada como una manifestación espiritual y una forma de conocimiento, ocupará desde ahora el espacio que se merece en el patrimonio artístico asturiano.
Y deseo que esta exposición sea el prólogo para futuras iniciativas de divulgación e interés por la obra de Aurelio Suárez, que la ampliación del Museo de Bellas Artes permitirá desarrollar en un futuro próximo.
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